De acuerdo con datos recopilados por el Programa Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo, el setenta por ciento de menores que trabajan en el mundo lo hacen en el sector agrícola, con el agravante de que cerca del veinte por ciento de los trabajadores infantiles tienen menos de diez años como promedio.
Por su parte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en su último informe sobre la niñez rural, publicado en diciembre del dos mil siete, determina que ciento treinta y dos millones de niños y niñas, entre los cinco y catorce años, trabajan en el área rural en condiciones riesgosas para su salud e integridad física.
Además señala que los niños son retirados de la escuela por los propios padres porque necesitan mano de obra barata en el campo. De esta manera, lo único que consiguen es hacerse más pobres. Las niñas llevan la peor parte, pues ellas no sólo son retiradas más rápidamente de las escuelas que los niños pues deben combinar su jornada de trabajo con las tareas domésticas.
Para caracterizar debidamente el problema, hay que aclarar que los organismos internacionales no están en contra de todas las actividades que los menores realizan en el campo, muchas de las cuales obedecen a las particulares características del sector rural.
Según la FAO, “el participar de cierta forma en actividades de subsistencia de la familia, en especial si no implica trabajos pesados o peligrosos, o no interfiere con la escolarización, es legítimo y puede ser importante para desarrollar habilidades laborales necesarias en la vida adulta".
Para lo que sí no existe excusa, añade, “es para el trabajo infantil que puede resultar dañino, sea abusivo o suponga la explotación de los menores y les prive de su derecho a la educación".
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, el trabajo infantil es aquel que perjudica la salud del niño, impide que asista a la escuela y pueda poner en entredicho su desarrollo y crecimiento futuros.
De ahí que cada doce de junio, fecha en la que se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, la Organización Internacional del Trabajo emite comunicados a varios países con el fin de poner un alto a esta problemática.
No obstante, para nadie es un secreto que esto no sería realmente efectivo sin la toma de conciencia real de toda la población. Pensemos sobre el peligro de sufrir un accidente, el dolor y el cansancio que significa trabajar en posiciones poco cómodas, el peligro de contraer enfermedades y no poder asistir regularmente al colegio. ¿Nos hubiera gustado a nosotros padecer este tipo de situaciones, o que un niño cercano a nosotros lo padezca?
Por eso, apostemos a la reflexión, apostemos a la educación como el instrumento más acertado para combatir esa labor que realizan los menores. Una educación para todos los niños, al menos hasta la edad mínima de admisión al empleo, que sea de calidad y que promueva la sensibilización sobre la necesidad de luchar contra el trabajo infantil.