Viernes, 03 Octubre 2008 18:00

PREDICAR CON EL EJEMPLO

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La restricción vehicular tiene algunas ventajas, para los conductores de su carro propio, pocas por cierto, salvo la majestuosidad de contemplar la alborada en la prisa para no ser sancionados si traspasan el umbral de las seis de la mañana.

 Para el fisco, tiene la bondad del ingreso de montos multimillonarios en las arcas del erario público producto de los partes y con respecto al consumo de combustible, medir el impacto no es tarea fácil, aunque en ingeniería de tránsito dicen poseer datos fidedignos que exaltan las bondades, posiblemente en sus cifras no incluyen el hecho de la estrechez económica que vivimos y hace que muchos dejen guardado el carro,  no por la restricción de las placas, sino de los bolsillos que deben privilegiar gasolina o comida.

 En un país que no cuenta con idóneos medios de transporte público, cualquier restricción no es más que apretarle el cuello a la estrujada clase media, distinto sería si contáramos con un buen servicio de buses, trenes eléctricos que atraviesen la geografía capitalina en el sentido de todos los puntos cardinales o por lo menos aleros donde pasar un chaparrón en los cruentos inviernos o para guarecerse del sol en el ardiente verano.
 
 Salvo el primer día de la restricción cuando una apreciada y agraciada viceministra, para efectos mediáticos tomó un bus para llegar a su trabajo allá en las inmediaciones de Plaza Víquez, le pregunto a usted amigo oyente, si ha visto a algún jerarca de mediano rango para arriba subirse al bus, porque,   como dice nuestro pueblo, lo que es bueno para el ganso, es bueno para la gansa.

 Es cierto que nuestras vías a veces lucen atiborradas, que la factura petrolera sube y cuando lo hace, los réditos van para la hacienda pública, porque cuando baja el consumidor si acaso la advierte, pero hay que buscar soluciones integrales de primer mundo y no salidas que estrujan a algunos, mientras quienes las promulgan siguen muy orondos.

 Por algo Cristo dijo de los fariseos, has los que ellos predican  y  no lo que ellos hacen.