En el teatro de la vida uno de los vicios más nefastos es el de la hipocresía. Es hipócrita quien finge tener cualidades, ideas o sentimientos que, en realidad, no tiene. Con su proceder, el hipócrita denota falta de autoestima y, en el peor de los casos, escasa honestidad.
Desde una perspectiva más moral, la mujer o el hombre hipócrita es aquel que podría ser comprendido como quien, deliberadamente y como hábito, pretende ser bueno cuando sabe perfectamente que no lo es, o bien, pretende pasar por justo sabiendo de antemano que le mueven al actuar oscuras e inconfesables intenciones.
A este respecto y tomando en cuenta las terribles consecuencias que se siguen de una conducta poco transparente en una persona, Molière llegó a decir aquello de que “la hipocresía es el colmo de todas las maldades”. Angel Rodríguez, desde una perspectiva más sociológica y hablando de este proceder poco transparente al que llama “conveniencia táctica”, decía algo más: “hipocresía no es otra cosa que la capacidad para disimular o simular defectos y virtudes que tenemos o no tenemos -respectivamente- con el objetivo personal de ganar espacios en un mundo ante el cual, si nos presentamos como somos, quedaríamos fuera de lugar.”
Tristemente, casi no hay ámbito de actividad humana donde la hipocresía y los hipócritas no estén presentes. Elogiada alguna vez por Franz Hinkelammert, la hipocresía es un tumor que debe ser erradicado, una tragedia que imposibilita la confianza, un lastre que frena toda convivencia sana, en pocas palabras, algo así como una muerte en vida.
¿Soluciones? Sólo una con dos caras: sinceridad más sencillez. El ser sincero es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones. El sincero es sano y, si de paso es adecuadamente prudente, es capaz de iluminar la vida de quienes le rodean.
El que sabe ser sincero sabe de amigos, hace sufrir a muy pocos y es digno de confianza. El sincero sabe que solo se puede construir un mundo, una sociedad, unos barrios, una Iglesia, un ambiente de trabajo y un hogar habitables a base de luchar por la promoción de una vivencia de una sinceridad que sabe de sencillez, esto es, ¡siempre una sola cara, un camino a recorrer, unas intenciones claras y sin oscuridades camufladas!
El reto está planteado. Ante el vicio significado por le expresión hipocresía, urge una praxis nueva marcada por la verdad en la vivencia de la sinceridad con sencillez. Es la vía directa hacia la posibilidad de volver a confiar en los demás.
Una expresión del evangelio nos puede ofrecer el norte en este retorno a la sinceridad. Jesús dijo aquello que leemos en el evangelio de Mateo: “Que tu palabra sea sí, cuando es sí; y no, cuando es no” (Mt 5, 37). Muy sencillo y un programa de vida que podría transformarlo todo en nuestro entorno. ¡Hagamos la prueba!