Primero que nada es importante definir lo que entiendo por estadista y por político. Una o un estadista, no tiene necesariamente, que estar involucrado de manera directa a un partido político, pero si estar al tanto del quehacer político nacional e internacional, lo que implica conocer todo aquello que tiene relación integral con distintos asuntos, tanto públicos y privados, asociados a la vida de un país y al resto del mundo.
La atención del estadista está puesta en los acontecimientos, internos y externos, presentes y por venir, así como en sus efectos sobre las futuras generaciones. Aun sus propuestas inmediatas son visionarias, pensadas como parte integral de las políticas y estrategias de mediano y largo plazo.
El estadista, cuando decide buscar el poder político, lo hace para implementar su visión de la sociedad y del mundo y con ellas proponer una estrategia integral. Esta propuesta, no es únicamente producto de su esfuerzo intelectual y experiencia profesional y personal, sino también de la de otros muchos colaboradores, muy comprometidos en elaborar un plan visionario, para llevar a cabo un proyecto de país, viable y objetivo.
El político por lo general es cortoplacista y pretende saber de todo, por eso dicta leyes y decretos, solo por la simple coyuntura de ocupar un puesto público con poder para legislar o decretar, aunque, en la mayoría de los casos, no posee mayor conocimiento del tema.
El político hoy está de diputado, mañana de ministro o presidente ejecutivo, pasado mañana de embajador, para después volver a la diputación. Casi nunca adquiere eso tan necesario para realizar bien una tarea, el conocimiento. Ni siquiera a través de la práctica, pues la mayoría de las veces, no se queda el tiempo suficiente en una actividad como para dominarla. A excepción de unos pocos, la mayor parte de los políticos no se forman integralmente, pues saben que ese cargo es transitorio y pronto lo abandonarán para asumir otro con responsabilidades muy distintas.
La clase política tradicional, entró en crisis en todo el mundo donde la democracia existe como forma de convivencia social. Esto porque los pueblos se han dado cuenta que este grupo de ciudadanos, cada vez más, se muestran incapaces de dar respuestas eficaces y oportunas a las cada vez mayores necesidades y expectativas populares.
Urge que, en la política nacional, surja una persona diferente que tenga la capacidad y la visión de un verdadero estadista. Si es hombre o mujer, eso no tiene la menor importancia, siempre cuando haga un planteamiento que responda inteligente y visionariamente a las necesidades y expectativas de este noble pueblo. Este plan debe promover una sociedad con un desarrollo económico sostenible, un proceso social incluyente, donde todos y todas tengamos acceso a mejores niveles de vida y que garantice justicia y libertad irrestrictas.
Confiemos en Dios que pronto, una o un estadista, sustituirá a los políticos de turno.