Domingo, 11 Enero 2009 18:00

ES TIEMPO DE REEDUCARNOS.

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Comienzo por confesar que estoy muy lejos de haber sido un conductor ejemplar, pero eso sí, tampoco he sido ni soy uno de esos irresponsables que toman el volante y se convierten en verdaderos energúmenos. Con todo esto quiero aclarar que, al celebrar la entrada en vigencia de la nueva Ley de tránsito, no pretendo ponerme de ejemplo, más que en mi decisión de reeducarme como conductor y usuario de vehículos y como peatón.

He recorrido muchos miles de kilómetros a lo largo y ancho de este país. He debido manejar en toda clase de caminos y por muchos años he debido desplazarme por carreteras muy transitadas a las hora de mayor tráfico. He sido testigo muy cercano de la imprudencia de muchos conductores y de la temeridad de no pocos, y en varias ocasiones he estado a punto de ser la víctima. Déjenme mencionar dos que recuerdo muy bien: la primera fue en San Pedro de Montes de Oca; iba para la UCR y esperaba en el paso peatonal a que el semáforo diera vía. Por dicha me entretuve en algo y no me percaté de inmediato del cambio de luz; cuando me di cuenta y fui a dar el paso de la acera a la calle, un vehículo pasó a gran velocidad y por centímetros no me atropelló.

La segunda fue en la carretera Braulio Carrillo, a la altura de la quebrada Calderón. Yo iba con mi familia hacia Limón, ya había anochecido y llovía por lo que había que ir muy despacio. Poco antes de llegar al puente noté que unas luces adelantaban a otras; allí solo hay un carril para cada dirección, cuando vi que un vehículo se venía encima tuve que virar y salirme de la carretera; luego de pasar sobre varias piedras finalmente mi vehículo fue detenido por la valla protectora, a pocos metros del cauce del río; el otro vehículo resultó ser un enorme furgón con un desalmado al volante.

Ya se ha dicho hasta la saciedad, en este país algo pasa con los conductores, con muchos de ellos, que realmente se transforman al tomar el volante y se convierten en verdaderos asesinos potenciales. Pero el tema de los peligros en las vías no tiene que ver solo con los conductores, también con las condiciones de los vehículos, con las cargas que llevan, por dónde y a qué horas las transportan. Hace unos días estuve observando el funcionamiento de la estación de pesaje ambulante, en Búfalo de Limón, y al conversar con uno de los conductores que pasó sin problemas la prueba de pesaje de su camión, me dijo algo que me dejó asombrado: "Yo estoy feliz con estas romanas. No ve que antes los empresarios me obligaban a echar más carga de la permitida. Ellos ganaban con cada viaje y yo perdía en combustible, llantas y seguridad".

Así son las cosas. Lamentablemente todo mundo quiere sacar ganancia y nadie entiende si no le tocan la bolsa … o la libertad. Es doloroso ver la reacción de los primeros conductores que han caído presas de esta nueva ley, pero esto no debe llevarnos a caer en la trampa del pobrecito.

La Navidad nos ha traído un instrumento legal esperado por mucho tiempo. Ahora nos toca a cada uno de nosotros, conductores, usuarios, peatones y autoridades, poner de nuestra parte, para que, al ponerse en práctica esta nueva ley, esperamos que de forma transparente y justa, el  nuevo año traiga de nuevo la paz a nuestras carreteras.     
Que así sea. 

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