Viernes, 21 Marzo 2008 18:00

EDUCAR ES UN RIESGO.

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Hace algunos años apareció una obra titulada Educar es un riesgo. El autor es Luigi Giussani, fundador de un movimiento de carácter mundial llamado Comunión y Liberación. En esta obra, su autor hace ver el hecho educativo como una realidad que implica hoy día cierta incertidumbre. Un quehacer que implica poca seguridad con respecto a los resultados posibles.

  Con todo y todo, estamos llamados a confiar en la razón del ser humano, lo mismo que en la labor del verdadero educador que, a la par que valora al joven y su búsqueda de la verdad, lo anima a conocer la realidad como un todo y a juzgarla desde una conciencia recta, o bien, si queremos, a criticarla desde su propia síntesis inteligente y bien fundada.

  Recordé esta obra de Giussani a raíz de la lectura reciente que hice del mensaje de la Conferencia de Obispos de Costa Rica con motivo del inicio del curso lectivo de este año. La exhortación que hacen los obispos a los costarricenses se titula Educación de calidad para todos, un título ya de por sí sugerente de cara a un acontecimiento vital para un país que, como el nuestro, confía tanto de su futuro a la labor de los centros educativos.

  Una vez que los señores obispos constatan datos vitales de nuestra realidad, desde luces y sombras pasan a dirigirse a diferentes sectores haciendo sus propuestas en ese riesgoso quehacer que es  educar.

  Ellos mismos se incluyen en la lista y, en la misma línea de lo que piden a los sacerdotes que les colaboran en las diócesis, se comprometen a impulsar todo cuanto está implicado en la pastoral educativa y en la promoción de una cultura pro-vida, inclusiva y pacífica.


  A cada estudiante se le pide, por parte de los pastores diocesanos, responsabilidad y esfuerzo. A cada educador, se le solicita entrega a pesar de las dificultades. A los padres de familia, por su parte, se les exhorta  a  participar en el proceso educativo en general y más específicamente, en la educación en la fe de sus hijos. Finalmente, a las autoridades y a los gremios se les pide ser justos desde su situación correspondiente.

  La parte final del mensaje episcopal me ha llamado la atención de modo particular. Los señores obispos insisten en la integralidad del proceso educativo. De un proceso que debería ser “crítico, con raíces, maduro y libre”, si repetimos la obra Educar es un riesgo, de la que hablábamos antes.

  Que nada ni nadie quede por fuera del proceso de educar es lo que queda claro del mensaje de los obispos costarricenses desde el principio. Si queremos un futuro marcado por un desarrollo verdadero y éticamente aceptable, capaz de llevara todos de condiciones menos humanas a otras mucho más humanas, ese educar en la integralidad es, sin duda alguna, el camino correcto.