Domingo, 02 Diciembre 2007 18:00

Del problema a la Oportunidad

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Las lluvias han hecho estragos en las vías del país. Cientos de puentes están destruidos y miles de kilómetros de carreteras rurales pasaron a ser caminos intransitables.

Esto no es nuevo. Todos los años en la misma época del año la infraestructura vial costarricense se ve muy afectada por las lluvias, dejando a muchas personas en una posición muy incómoda, entre ellos, a  niños que no pueden desplazarse hasta los centros educativos y productores agrícolas que pierden el fruto de su trabajo.

El pueblo de Costa Rica acaba de demostrar con el referéndum, que si sabe apostar al futuro con certeza y patriotismo. Ahora le toca a la dirección del país, a los más altos líderes, tomar una decisión sabia en cuanto a las carreteras.

El gobierno puede dedicar millones y millones de colones en arreglar hasta el próximo año las mismas carreteras desgastadas o tomar la valiente  iniciativa de hacer carreteras nuevas y funcionales.

Conservar las viejas vías es garantizar que nuestros hijos y nietos sigan en peligro de perder la vida en ellas y es contribuir al estancamiento económico.

 Las carreteras actuales merecen un descanso. Muchas fueron diseñadas con la mejor intensión pero sin pensar en que el país en menos de cincuenta años triplicaría su población, multiplicaría su producción y recibiría a muchos miles de turistas cada año.

Ciudades como Berlín y Leningrado fueron desvastadas con la Segunda Guerra Mundial. Años después ostentaban otra vez su belleza y esplendor. Se conservó lo que valía la pena conservar y se sustituyó todo aquello que no aportaba nada a la sociedad y limitaba su crecimiento. No fue tarea fácil pero si muy inteligente y producto de un gran esfuerzo y creatividad.
Hacer siete mil kilómetros de nuevas carreteras es una labor titánica que puede llevar al país a un endeudamiento grande y peligroso, pero, arreglar las carreteras actuales es perder el dinero ya que serán destruidas otra vez con el próximo temporal.

Costa Rica necesita vías que no queden bajo el agua o bajo deslizamientos de tierra, vías que no pongan en peligro la vida de los seres humanos que transitan por ellas, vías que permitan admirar la belleza de nuestros campos y volcanes.

Nuestros vecinos del sur, los panameños, apostaron para tener un canal productivo otra vez por los próximo 100 años que genere riqueza y estabilidad. Estarán trabajando en ello en las décadas venideras porque las grandes obras no se hacen en un día. Se necesitan años, muchos años, para materializar los grandes proyectos que hacen a un país un gran país.

Es hora de iniciar en el país una nueva filosofía de desarrollo y crecimiento. Es hora de hacer de nuevo las cosas y dejar de arreglar a media y mal lo de siempre. El país merece carreteras lindas, fuertes y sólidas, que nos llenen de orgullo y que nos inviten al paseo y al ocio sin temor.

Es hora de pensar en el futuro, y cuando digo futuro no es en el año que viene. Hay que aprender a pensar a diez, veinte y treinta años. Ahí está la verdadera solución a los problemas de Costa Rica.