Martes, 10 Junio 2008 18:00

CORCOVADO

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Ubicado en el extremo sur del territorio nacional, ahí donde en el mapa  figura una especie de caprichosa cabeza de caballo, está el Parque Nacional de Corcovado, uno de los más maravillosos sitios preservado como un enorme santuario para las futuras generaciones.

 Acceder al Corcovado, otrora tierra de osados mineros, conjuga magia y aventura, transitar por el río Sierpe y de repente remontar las olas del mar con todos los matices de una vía ancestral, es darle una suave caricia a los sentidos.

 En Sirena hay un espacioso albergue, carente de lujos, pero cálido y hospitalario, allí el personal se prodiga y los guarda parques adoban los alimentos con el cariño de quien goza de la compañía de los visitantes, ávidos de beber a grandes sorbos la exuberante naturaleza.

 A las 7.30 de la noche se apagan las mortecinas luces de la planta alimentada por la energía del sol y entonces la enorme casona acoge la tertulia, en esa especie de torre de babel por la diversidad de idiomas que se escuchan. Gentes de las más remotas geografías vienen a embriagarse de sonidos, de olores, de silencios que le abren paso a los más recónditos pensamientos.

 Mar y selva conforman un paisaje sin igual, donde los animales son los reyes y los humanos los impávidos súbditos en esa suerte de reino natural.

 Los primeros rayos del sol son precedidos por el chillar de monos araña, cariblancos, titiés o congos y el canto de pájaros que forman un concierto sin igual, dirigido por el plumaje multicolor de las lapas que surcan el cielo a veces plomizo y a ratos de un celeste intenso que se hermana con el mar, cuyas playas recorren con señorío las dantas o los grandes felinos que ahí moran.


 Es poco el espacio de un comentario para trazar al menos una tímida pincelada de Corcovado, faltan palabras para describir la sensación de plantarse a la raíz de un enorme árbol que semeja un muro o el baño en una enorme poza, donde los peces juguetean con el visitante que se recrea en las limpias aguas, ondeando en el paisaje su ancestral alma de niño.