Miércoles, 08 Octubre 2008 18:00

Aquellos que aman la vida y que saben vivir, se enferman menos

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Este 9 de octubre dio inicio el Jubileo Leonardino, celebración que conmemora los 400 años del nacimiento a la Vida Eterna de San Juan Leonardo, farmacéutico insigne y sacerdote devoto.
 
Giovanni Leonardi nació en el año 1541 en Diecimo, pueblo cercano a Lucca (Toscana), en Italia. Desde muy joven manifestó interés por la vida eclesiástica pero la farmacia fue su primer oficio. En aquellos tiempos, la profesión de farmacéutico o "droguero", bordeaba los límites de la medicina y de la alquimia, de la magia y de la filosofía. En este ambiente moldeó Leonardo su recia personalidad de cristiano seglar militante, cuya característica no fue la de hechos asombrosos, aureolados de milagrosos "golpes de gracia", sino la de una progresiva ascensión hacia el ideal de santidad.
 
Solía decir que aquellos que aman la vida y que saben vivir, se enferman menos. Hoy entendemos que muchos padecimientos físicos son producto de conflictos emocionales; tal vez Juan Leonardo sabía eso de antemano: el Buen Samaritano debía estar junto al lecho del enfermo, pero también ser el consuelo del que sufre, más allá de una dolencia.
 
Juan Leonardo, hoy Patrono de los farmacéuticos, estaba en este camino desde niño; había aprendido a atender las necesidades del enfermo y a socorrer al ser humano con lo que la inteligencia, el conocimiento, la intuición y los medios se lo permitieran.
Giovanni Leonardi encarna el testimonio de tantos hombres y mujeres que se postergan por el bien del otro. Desde el samaritano del Evangelio a la Madre Teresa de Calcuta. Su arte y su ministerio fue encontrar el remedio, aquel que aliviara el dolor del cuerpo y sanara las heridas del alma. Así sirvió al pobre y al rico, estableciendo una comunidad de amor que propagó entre los jóvenes.
 
La esencia del farmacéutico presente en Juan Leonardo no ha variado con el paso de los tiempos y se espera que no cambie. Hoy también los farmacéuticos se donan a sí mismos en la entrega de su trabajo, para aliviar los problemas de salud de los pacientes, para escucharles, para consolarles, para aconsejarles.
 
Los farmacéuticos de Costa Rica también podemos hacer del ejercicio de nuestra profesión un camino de santificación, si nos damos con amor a los pacientes para buscar remedio a la salud de su cuerpo y de su alma.
 
Tenemos un patrono frente a Dios, pidámosle que interceda para que logremos imitarle.