Aunque los negros fueron traídos primeramente a Costa Rica durante el tráfico esclavo colonial para cumplir labores domésticas, o como trabajadores en la construcción de la línea de ferrocarril que comunicaría a San José con el naciente puerto de Limón, una vez adquirida su emancipación, la inmigración de los negros empezó a ser permanente, y lo suficientemente valiosa, como para que ellos dejaran las huellas de su sangre, su trabajo y costumbres en la identidad costarricense.
De ahí que, sin duda alguna, la comunidad afrocaribeña ha enriquecido, muchísimo, el heterogéneo panorama cultural de nuestra tierra. Ello se ejemplifica en sus típicas viviendas de madera sobre postes, sus característicos cánticos colmados de religiosidad, su ritmo palpitando en la sangre, sus costumbres rebosantes de tradición y prácticas rituales.
También en su vestimenta desbordante de color y belleza, su lenguaje ejemplo vivo de unidad étnica y cultural, su maravillosa gastronomía, sus emblemáticos espacios geográficos y su destacado aporte político, deportivo y literario, los cuales han sido los artífices para que la población negra pueda llegar a sentirse, con absoluto derecho, orgullosa del positivo aporte desplegado en el devenir histórico costarricense.
Un orgullo que debería ser conocido, disfrutado y difundido por todos los que habitamos esta Nación. Porque si existe algún aspecto del que nos debemos sentir realmente satisfechos, es de esa invaluable contribución cultural recibida por diferentes etnias que, como la afrocaribeña, cohabitan en nuestro País.
Ante esta consigna, cada treinta y uno de agosto, designado así vía Decreto durante el gobierno de don Rodrigo Carazo Odio, y por iniciativa del Sindicato de Educadores Costarricenses, se celebra en nuestro país el Día del Negro, como un reconocimiento, y una muestra de gratitud, por todo ese aporte que la cultura afrocaribeña le ha otorgado a Costa Rica.
Además, como un significativo recordatorio de la necesidad de ser, día tras día, más tolerantes ante la diversidad cultural que nos caracteriza, mediante una lucha abierta y urgente contra las exclusiones y los prejuicios étnicos que, lamentablemente, todavía hoy persisten en nuestro país como en el resto del mundo.
Ya que solamente en una sociedad basada en la participación y en la búsqueda de niveles cada vez altos de igualdad en la valoración de las diferencias, se puede esperar una Nación sustentadamente más pluralista, solidaria, igualitaria y democrática.
Pues comprender, valorar y sentirnos orgullosos de esta conciencia negra es, también, reconocer e incrementar la riqueza de nuestra identidad; ya que, como expresara el activista estadounidense Leonardo Boff: “Si no soy negro por raza, puedo ser negro por opción política, quiere decir, que sin ser negro puedo asumir la causa de libertad de los negros, defender el derecho de sus luchas, reforzar su organización y sentirme aliado en la construcción de un tipo de sociedad que vuelva cada vez más imposible la discriminación”.
Sea este comentario un homenaje y un tributo a nuestras hermanas negras y nuestros hermanos negros, a esa valiosa cultura afro-costarricense, quien gracias a su entereza, ha logrado darle más vida, riqueza espiritual y alma a la idiosincrasia costarricense, al revalorizar y enaltecer, de una positiva manera, las raíces histórico-culturales de nuestro pueblo.