Informar de primeros, a riesgo de error, o de segundos, cobijados por la certeza.
Esa es la disyuntiva que se vive permanentemente en un medio noticioso, principalmente de radio y televisión y ahora de internet. Y la decisión que se tome al respecto marca la responsabilidad profesional de los encargados, la seriedad del medio y la credibilidad entre sus públicos.
En días recientes fuimos testigos de dos hechos noticiosos que pusieron a prueba esta realidad mediática de los que los responsables salieron muy mal parados.
El domingo anterior, en un partido de fútbol, un jugador resultó seriamente lesionado y los médicos decidieron llevarlo al hospital. Posteriormente, en el transcurso de un programa deportivo, estuvieron dando avances, supuestamente serios acerca del estado de salud del jugador. Las noticias eran crecientemente preocupantes, hasta que llegaron a decir que el paciente había sido sometido a una delicada operación quirúrgica. Con todos los antecedentes mundiales que hay en la historia reciente, referidos a experiencias fatales de deportistas, el ambiente que crearon aquellas informaciones debe haber sido terrible para los familiares del atleta.
Pero todo resultó ser falso. El jugador, ciertamente afectado por un golpe en la cabeza, abandonó el hospital el lunes temprano tras haber pasado la noche en observación.
Y surge la pregunta fundamental: ¿cuál fue la fuente noticiosa de aquellos profesionales de la comunicación? Si fue el director del hospital, habría que denunciarlo. Si fue el jefe de cirugías, habría que ponerlo en evidencia. Y si fue un charlatán, uno de esos muchos que se sienten periodistas y que desde cualquier parte, por medio de un celular, brindó la información al medio, ¿qué hacemos?
No dudo de la seriedad y buena formación de esos colegas. Simplemente se los comió el afán de ser los primeros, la primicia, eso que se transforma en el dios de la comunicación: el "rating", que hoy traducido significa más dinero.
Un día después se produjo un grave accidente de tránsito. Muere una persona y el reportero de un noticiario de televisión se deja decir, a poco de sucedida la tragedia, que tiene información de que la esposa del fallecido afirmó que éste había manifestado sus deseos e intención de quitarse la vida. Imaginemos el impacto en la familia, en los allegados, en los padres e hijos.
Pensemos en la reacción de los telespectadores. Incredulidad total, excepto en un periodista que se siente realizado con la exclusiva primicia. Otra vez, ¿quién fue la fuente? Por Dios, ¿cómo voy a publicar semejante afirmación solo porque alguien me lo dijo? ¿Acaso no da la cabeza para sopesar la dimensión y consecuencias de tal sinsentido?
Yo sigo defendiendo el trabajo de los periodistas serios y la trascendental función que cumplen los medios en muchos campos de la vida nacional. Pero precisamente en nombre de esa seriedad y de esa trascendencia, es urgente que los periodistas y los medios de comunicación hagamos un alto en el camino para atender las inquietudes y reclamos de la ciudadanía, sobre todo por la cobertura noticiosa que deja de lado el valor fundamental del respeto al ser humano y los principios profesionales del rigor y la veracidad.