Jueves, 06 Octubre 2011 05:35

SUPERSTICIONES 2

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Seguimos con el tema sobre las supersticiones.
Ayer quedamos con la definición de apofenia, que es la tendencia a encontrar conexiones que no existen y que en ocasiones nos hacen creer en asuntos como la buena o la mala suerte.
Ahora volvamos al ejemplo de las palomas que contamos ayer.
Recordemos: El psicólogo conductista B.F. Skinner metió a unas palomas hambrientas en una caja y les dio comida en intervalos inciertos. Las palomas, notó Skinner, empezaron a asociar que la comida aparecía, cuando repetían las mismas acciones, así que las hacían a menudo hasta que les apareciera la comida.
"Se puede decir que el experimento demostró una suerte de superstición. El ave se comporta como si existiera una relación de causalidad entre su conducta y la aparición de la comida, a pesar de que en realidad no existe", señaló Skinner.
Como la comida llegaba en cualquier momento, las palomas no manejan bien lo fortuito, establecieron una relación entre su conducta compulsiva y la aparición del alimento, estableciendo una causalidad inexistente entre ambas.
Eso mismo sucede con algunas personas y conductas asociadas a determinados supuestos.
Así es, no nos gusta sentir que la relación entre nosotros y el resultado que obtiene nuestro equipo de fútbol no existe, así que buscamos alguna asociación que esté a la mano: "¡Ah! Eso debió haber pasado porque...".
Según los especialistas, una de las cosas más difíciles al examinar estadísticas es determinar si A realmente causa B, o si B sencillamente sucedió sin razón o por otra razón distinta.
El punto de partida para investigar estos problemas es asumir que no hay ninguna relación entre A y B, lo que es conocido como la hipótesis nula. Se puede rechazar esta hipótesis sólo si hay evidencia empírica de que sus medias de la suerte realmente hacen que su equipo gane los partidos.
Si rechazamos esa hipótesis falsamente, y decidimos que sus medias sí marcan una diferencia cuando realmente no lo hacen, estaremos cometiendo un "error tipo I". Pensamos que algo que no está pasando, sucede.
Aun así, a la mayoría de los seres humanos nos gusta pensar que nuestras acciones influyen en el universo, y muchas veces es así, pero más que suerte, en realidad es el resultado de nuestras propias actitudes y acciones las que marcan la diferencia.
Fuente: bbc mundo.
Seguimos con el tema sobre las supersticiones.
Ayer quedamos con la definición de apofenia, que es la tendencia a encontrar conexiones que no existen y que en ocasiones nos hacen creer en asuntos como la buena o la mala suerte.
Ahora volvamos al ejemplo de las palomas que contamos ayer.
Recordemos: El psicólogo conductista B.F. Skinner metió a unas palomas hambrientas en una caja y les dio comida en intervalos inciertos. Las palomas, notó Skinner, empezaron a asociar que la comida aparecía, cuando repetían las mismas acciones, así que las hacían a menudo hasta que les apareciera la comida.
"Se puede decir que el experimento demostró una suerte de superstición. El ave se comporta como si existiera una relación de causalidad entre su conducta y la aparición de la comida, a pesar de que en realidad no existe", señaló Skinner.
Como la comida llegaba en cualquier momento, las palomas no manejan bien lo fortuito, establecieron una relación entre su conducta compulsiva y la aparición del alimento, estableciendo una causalidad inexistente entre ambas.
Eso mismo sucede con algunas personas y conductas asociadas a determinados supuestos.
Así es, no nos gusta sentir que la relación entre nosotros y el resultado que obtiene nuestro equipo de fútbol no existe, así que buscamos alguna asociación que esté a la mano: "¡Ah! Eso debió haber pasado porque...".
Según los especialistas, una de las cosas más difíciles al examinar estadísticas es determinar si A realmente causa B, o si B sencillamente sucedió sin razón o por otra razón distinta.
El punto de partida para investigar estos problemas es asumir que no hay ninguna relación entre A y B, lo que es conocido como la hipótesis nula. Se puede rechazar esta hipótesis sólo si hay evidencia empírica de que sus medias de la suerte realmente hacen que su equipo gane los partidos.
Si rechazamos esa hipótesis falsamente, y decidimos que sus medias sí marcan una diferencia cuando realmente no lo hacen, estaremos cometiendo un "error tipo I". Pensamos que algo que no está pasando, sucede.
Aun así, a la mayoría de los seres humanos nos gusta pensar que nuestras acciones influyen en el universo, y muchas veces es así, pero más que suerte, en realidad es el resultado de nuestras propias actitudes y acciones las que marcan la diferencia.
Fuente: bbc mundo.
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