Durante el pasado fin de semana América Latina se estremeció al enterarse del asesinato del cantautor nacido en Argentina, Facundo Cabral.
Decimos nacido en Argentina, porque en realidad Facundo Cabral se convirtió en un símbolo de paz y reflexión para toda América, la misma que lo adoptó como a un hijo hace más de 30 años.
Fue en Guatemala, después de una gira de conciertos, donde la muerte se encontró con Cabral y esta vez su manto negro logró cubrirlo.
El cáncer social de la violencia, que vivimos en nuestros países, pudo más que el cáncer que padeció Cabral hace ya varios años, una vez, más el flagelo de la inseguridad provoca tristeza y dolor, mientras muchos de nosotros nos preguntamos si realmente estamos desamparados ante la ola de violencia que afecta nuestros países.
Que el escenario de este suceso haya sido Guatemala no es más que un hecho circunstancial, toda América Latina y en especial Centroamérica está enferma de este mismo cáncer social.
Todos los días muere gente inocente, víctima de la inseguridad y delincuencia, cada día, nuestras autoridades prometen luchar contra este mal, pero a veces parece que la delincuencia es más fuerte. ¿Será que para acabar con esta guerra cada ciudadano debe convertirse en un soldado más? Pareciera que solo así, la gente decente, que es la mayoría, podrá retomar la tranquilidad de vivir en paz.
Ese sentimiento de impotencia lo vivimos, una vez más, este fin de semana, cuando supimos que Facundo Cabral, quien fuera promovido varias veces para recibir el Premio Nóbel de la Paz por su mensaje reflexivo e inspirador, como dijimos e insistimos fue otra víctima del odio y la violencia que se vive en toda la región.
Facundo Cabral no ha muerto, su voz, su mensaje adquieren hoy más vida que nunca, su muerte física no superará la vida que tienen sus palabras inmortalizadas en cientos de vídeos, conciertos, entrevistas y presentaciones.
Que el mensaje de hermandad y paz que Facundo Cabral dirigió al mundo entero no se quede solo en palabras.
Gracias Facundo por seguir vivo en nuestros corazones.
Durante el pasado fin de semana América Latina se estremeció al enterarse del asesinato del cantautor nacido en Argentina, Facundo Cabral.
Decimos nacido en Argentina, porque en realidad Facundo Cabral se convirtió en un símbolo de paz y reflexión para toda América, la misma que lo adoptó como a un hijo hace más de 30 años.
Fue en Guatemala, después de una gira de conciertos, donde la muerte se encontró con Cabral y esta vez su manto negro logró cubrirlo.
El cáncer social de la violencia, que vivimos en nuestros países, pudo más que el cáncer que padeció Cabral hace ya varios años, una vez, más el flagelo de la inseguridad provoca tristeza y dolor, mientras muchos de nosotros nos preguntamos si realmente estamos desamparados ante la ola de violencia que afecta nuestros países.
Que el escenario de este suceso haya sido Guatemala no es más que un hecho circunstancial, toda América Latina y en especial Centroamérica está enferma de este mismo cáncer social.
Todos los días muere gente inocente, víctima de la inseguridad y delincuencia, cada día, nuestras autoridades prometen luchar contra este mal, pero a veces parece que la delincuencia es más fuerte. ¿Será que para acabar con esta guerra cada ciudadano debe convertirse en un soldado más? Pareciera que solo así, la gente decente, que es la mayoría, podrá retomar la tranquilidad de vivir en paz.
Ese sentimiento de impotencia lo vivimos, una vez más, este fin de semana, cuando supimos que Facundo Cabral, quien fuera promovido varias veces para recibir el Premio Nóbel de la Paz por su mensaje reflexivo e inspirador, como dijimos e insistimos fue otra víctima del odio y la violencia que se vive en toda la región.
Facundo Cabral no ha muerto, su voz, su mensaje adquieren hoy más vida que nunca, su muerte física no superará la vida que tienen sus palabras inmortalizadas en cientos de vídeos, conciertos, entrevistas y presentaciones.
Que el mensaje de hermandad y paz que Facundo Cabral dirigió al mundo entero no se quede solo en palabras.
Gracias Facundo por seguir vivo en nuestros corazones.