Al llegar las vacaciones, muchas personas se desplazan hacia las playas para compartir con su familia, las bellezas naturales que Dios ha puesto a nuestro alcance.
Sin embargo, este disfrute termina frecuentemente perjudicando a las personas que viven en esas playas,
Ellos, acostumbrados a recibir turistas nacionales o extranjeros, también se tienen que acostumbrar a la falta de respeto de quienes pasan todo el día tirando latas de cerveza, bolsas plásticas, envases vacíos de bronceador, cremas, repelentes, vidrios o cualquier otro tipo de desechos.
Esto es lo que lamentablemente vimos que pasó en Sámara, después de celebrar Navidad y Año nuevo.
Daba pena ver a los niños lugareños que, antes de empezar por las mañanas su jornada de pesca, primero tenían que recoger montones de basura esparcida por todas partes, especialmente restos de vidrios escondidos en la arena,
Para esos niños, limpiar su playa no es algo que hagan para complacer a los turistas, sino para evitar lastimarse, poder trabajar, y por lo menos poder jugar libres de peligros.
Para los niños de Sámara, y como ellos, para los que habitan muchas playas de nuestro país, la playa y las palmeras no son un lugar de relajamiento, sino que esa es su casa, su patio y su comunidad.
Y si bien es cierto que la economía de sus familias se beneficia con la llegada de los turistas, también es cierto que nadie necesita ensuciar y destruir para distraerse y disfrutar de su descanso.
Si los habitantes de Sámara vinieran a San José y al teatro nacional, dejándolo a su salida sucio, lleno de latas y botellas quebradas, no nos importaría mucho el dinero que dejaran, sino lo mal que se portaron
De la misma manera, cuando los josefinos visitamos Sámara, o cualquier playa de costa rica, deberíamos comportarnos como si estuviésemos en la sala de nuestra casa, como nos gusta que se porten en nuestra propia casa.
Así, cada año, nos recibirían con más cariño que el año anterior, deseosos de que volviéramos para ayudarles a cuidar su casa, que son las playas y las palmeras con que dios les bendijo.
Colaboración de la Psicóloga María Ester Flores Sandoval