Miércoles, 17 Enero 2001 18:00

¿Recuerda su juventud?

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Hubo algo más aburrido que estar sentado en un pupitre, aprendiendo algo que no le interesaba? Probablemente no. la mayoría de los niños y jóvenes asisten a la escuela simplemente porque los obligan, no porque crean que les sirve o servirá de algo. Por eso un educador debe ser, ante todo, un motivador. Si no puede transmitir a sus alumnos el motivo de que ellos estén aprendiendo, el resto que hable no sirve. Cuando sus alumnos le pregunten “¿y para que me va a servir esto?” el educador tiene que tener una respuesta, y mejor que sea buena y convincente. Mejor aún, antes de esperar a que sus alumnos se lo pregunten, comience cada año preguntándoles “¿para que creen que están aquí?” después que ellos escriban sus propias razones, dé las suyas, demuéstreles que la educación les servirá de muchas maneras, que ellos aún ignoran. Pregúnteles por ejemplo, ¿que desean ser en la vida? ¿que cosas desean conseguir? ¿dónde y como quieren estar dentro de diez años? Eso si, no se asuste si algunos alumnos solamente mencionan dinero para gastar en ropa, o en el próximo fin de semana. A usted le toca demostrar como la educación puede ser una herramienta para conseguir cualquier cosa en la vida, hasta las más triviales Recuerde también que la vida laboral, en cualquier terreno, será orientada hacia el éxito, hacia obtener resultados. Usted puede ayudarles, enseñándoles a que orienten sus estudios hacia el éxito, Como? Viéndose a si mismos obteniendo éxitos, definiéndose objetivos y los pasos que sean necesarios para conseguirlos. Mostrándoles ejemplos a seguir, desafiándolos y hasta exigiendo de ellos más de lo que creen que pueden dar. Pero, si usted no es capaz de explicar a sus alumnos de qué les servirá aprender lo que usted enseña, o no es capaz de transmitir entusiasmo, y motivarlos hacia el éxito, al menos a algunos de ellos, tal vez la enseñanza no es para usted, en ese caso, reflexione con honestidad, qué hace usted en esa aula, porque, o bien usted está enseñando cosas inútiles, o sus alumnos tienen derecho a un mejor profesor. Consejos del educador de adultos Joseph Sikora.