Amigas de Panorama, quiero que, en este día de las madres, me den la oportunidad de expresar algo que me causa mucha pena dentro de mi corazón:
El 18 de julio de este año falleció mi abuelita, mi mejor amiga y confidente durante toda mi niñez.
Con ella compartía mi cuarto, mis pequeños secretos, ilusiones y llantos.
Juntas disfrutamos sus mejores años y los míos.
Pero salí de mi casa por orgullo y resentimiento; y desde ese momento ni yo fui la misma, ni ella tampoco.
Por orgullo viví mi propia soledad y en medio de ella extrañé su compañía, esa mano que me daba consuelo, el pecho que me abrigaba, a la amiga que sabía escuchar, valoré su entrega, extrañé sus cuidados...
... hoy, que ya no la tengo, pienso que desde que no estuve a su lado, ella se fue deteriorando, hasta el punto de que a veces no me reconocía.
Si no me hubiera ido, quizás ella habría conservado muchas de sus habilidades.
Nunca estuvo sola, porque mi mamá estuvo a su lado, dándole lo mejor que sus obligaciones le permitían.
Hoy que mi viejita no está, lamento el tiempo que el orgullo y el resentimiento me robaron, pero en mi corazón sé que ella ha perdonado el tiempo que no estuvimos juntas.
Y ahora sé que mi mamita querida, que llora la partida de mi abuela, también la amó así, y al igual que yo, sufre por lo que le pudo dar y ella cree que no le dio.
Quiero decirle a mi madre que ella fue una gran hija, que no debe lamentarse por lo que pudo haberle dado a mi abuelita, sino pensar en todo lo que hizo por hacerla feliz cuando estuvo entre nosotros, por todo lo que corrió para brindarle compañía y cuidarla en su enfermedad...
Mamá, ya no llores más, no lamentes lo que no fue, porque es hundirte en la desesperación de lo que ya no puede ser.
Vive feliz pensando en todo lo que le diste y que ella recibió con alegría.
Te lo dice tu hija Patricia, en tu día.