Dos son los cargos que son caracteres de enfermedad nacional, sí merecen un estudio serio:
la ausencia casi absoluta de espíritu de lucha, y la deliberada ignorancia hacia cualquier peligroso valor que en un momento dado conmueva o pueda conmover nuestro quietismo
Nos han quedado como lacras la ausencia total de sangre corajuda que dejaron regada en otras tierras los audaces españoles de látigo y espada y la mediocridad del negocio pequeño, sin peligros y sin grandes ganancias
Hasta el paisaje es cómplice de nuestra sicología.
Nuestro paisaje, es un cromo.
Un cromo delicadamente lindo.
La casita se recuesta aperezada en el potrero, el maizal o el cafetal; es limpia como un ajito; el árbol está siempre verde, y no hay ni molestos deslindes entre verano e invierno, que nos hagan pensar seriamente en climatología.
No sufrimos pavorosas sequías ni inmensas inundaciones.
Las montañas son siempre desesperadamente azules; octubre y enero son jugosos en humus fertilizantes; hay tierra bastante (y bastante mal repartida) sin que este paréntesis afecte en forma seria nuestra beatífica tranquilidad.
La casita pintada de blanco, con las tejas muy rojas, y una franja azul furioso a la altura de las ventanas, continúa suavemente aperezada en un romántico amor interminable con el campo siempre verde y el arroyo nunca seco.
Al que pretende levantar demasiado la cabeza sobre el nivel general, no se le corta.
¡No!...
Le bajan suavemente el suelo que pisa, y despacio, sin violencia, se le coloca a la altura conveniente
Además de la ignorancia deliberada y entrenada, conocemos las sutiles vertebraciones del choteo.
El choteo es una arma blanca, ¡blanca como una camelia!, que se puede portar sin licencia y se puede esgrimir sin responsabilidad.
Tiene finísimos ribetes líricos, de agudo ingenio; sirve para demostrar habilidad, para aparecer perito, para ser oportuno, filosófico y erudito.
Fragmento de Yolanda Oreamuno, publicado en repertorio americano, 1938