Mbutu era un funcionario del antiguo reino del Dahomey, en África Occidental.
Su misión era recorrer recaudar los impuestos, y tenía fama de ser sumamente honesto, que anteponía su deber a su propio beneficio.
Un buen día fue a un pueblo cercano a recolectar los impuestos, y aprovechó para llevar unas cabras de su rebaño a su sobrino, que vivía cerca.
A la salida de la aldea había un puente sobre un río no muy profundo.
De repente una cabra le dio un empujón a Mbutu, y su bolsa con el dinero de los impuestos cayó al puente, reventándose y desparramando las monedas.
Asustadas, las cabras salieron disparadas en todas direcciones.
Pero Mbutu, en lugar de ir tras sus cabras, comenzó a recoger, una por una, todas las monedas de los impuestos.
Cuando terminó, se sentó a contarlas,
Pero faltaban tres monedas de medio céntimo.
Después de mucho revisar, llego a la conclusión de que las monedas estaban en el río.
Mbutu corrió a la aldea cercana a pedir ayuda de los campesinos, quienes, como lo respetaban, dejaron sus labores y fueron a ayudarle.
Inmediatamente se dedicaron a buscar las cabras del anciano.
Pero Mbutu los detuvo y los puso a buscar el dinero que había caído al río.
Finalmente, aparecieron las monedas faltantes.
Mbutu dio un suspiro de alivio, elevó sus ojos al cielo y sonrió complacido.
Después agradeció a los campesinos y les dijo que ya podían regresar a sus trabajos.
-Mbutu, solo encontramos tres monedas de medio céntimo ¿Dónde están las demás?
-Ya las había encontrado yo.
¿Y las cabras?
-Amigos míos, las tres monedas eran lo único importante. ¡Más importantes que las cabras!
-¡Mbutu, Usted está loco! ¡Las cabras valen mucho más!
-Hermanos, las monedas no eran mías. Me fueron confiadas y era mi deber recuperarlas. ¡Pero ustedes deben regresar a sus labores!
Pero los campesinos se negaron, y le ayudaron a encontrar las cabras que faltaban.
Mbutu, si todos los funcionarios fuesen como usted, no tendríamos dudas al pagar nuestros impuestos, pues sabríamos que están en buenas manos.