Miércoles, 14 Febrero 2001 18:00

El Teatro Nacional

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Desde el año de 1847, los josefinos anhelaban contar con un teatro en el que pudieran presentarse los más importantes artistas de la época. Para llevar a cabo la obra, difícil de imaginar para el pequeño país que era el nuestro hace ciento once años, se conjugaron los esfuerzos de todo un pueblo. La voluntad política, el aporte económico de los exportadores, la pericia de ingenieros nacionales y extranjeros, la minuciosidad de artesanos y artistas italianos traídos especialmente para la obra; así como el trabajo de muchos obreros costarricenses Todos ellos, trabajando con las mejores maderas preciosas y la mejor piedra que ofrecía el país; así como el más lujoso mármol, vidrio, bronces y tapices importados. La inauguración del Teatro Nacional, el 21 de Octubre de 1897, marcó un hito en la historia del país. Se había hecho realidad el sueño. San José contaba con un gran teatro para el presente y futuro. Gracias a un esfuerzo colectivo, el Teatro Nacional se constituye en un monumento a la tenacidad y el ingenio de nuestros antepasados. Sin embargo, nuestro país es una región de alta sismicidad. Esto, sumado a otros males naturales, repercutieron en nuestro teatro nacional. Según las actuales autoridades del sector, en años anteriores, muchos de los daños se ocultaron mediante una reparación cosmética. Para que las generaciones futuras puedan vivirlo y disfrutarlo de igual forma, harán falta, de nuevo, la voluntad política del Estado y de las empresas privadas, otorgando los recursos necesarios para asegurar la prevención del Teatro para los próximos cien años. Después de los terremotos de 1990 y 1991 la labor de restauración se convirtió en prioritaria debido a los extensos daños sufridos por la estructura. Tomó muchos años de esfuerzo y una gran inversión económica, completar el reforzamiento estructural y la restauración del Foyer, quizá el recinto más hermoso del Teatro. Sin embargo, la labor no ha terminado. Quedan muchas áreas por restaurar, muchos detalles arquitectónicos y obras de arte, que se han dañado, ya sea por los sismos, por la contaminación de la ciudad o simplemente por su edad. Será necesario que el Estado, la empresa privada y los ciudadanos asumamos nuestra responsabilidad y aportemos los recursos necesarios para asegurar la permanencia de esta edificación por otros cien años más.