¿Es usted optimista?
Si no lo es, tal vez le interese saber como es esa gente que siempre le encuentra el lado bueno a la situación más negativa.
Quien sabe, tal vez aprenda algo de ellos.
Los optimistas se valoran a sí mismos, y aprovechan de la mejor manera posible, sus talentos personales innatos.
Los optimistas aceptan a los demás como son, y no malgastan energías queriendo cambiarlos, sólo influyen en ellos con paciencia y tolerancia.
Los optimistas son espirituales, cultivan una excelente relación con Dios y tienen en su fe una viva fuente de luz y de esperanza.
Los optimistas disfrutan del "aquí" y el "ahora"; no viajan al pasado con el sentimiento de culpa ni rencor, ni al futuro con angustia.
Disfrutan con buen humor y con amor.
Los optimistas ven oportunidades en las dificultades, aprovechan las lecciones que les ofrecen los errores, y tienen habilidades para aprender de sus derrotas.
Los optimistas son entusiastas, dan la vida por sus sueños y están convencidos de que la confianza y el compromiso personal obran milagros.
Los optimistas son íntegros y de principios sólidos, por eso disfrutan de paz interior y la irradian y comparten, aún en medio de los problemas y crisis.
Los optimistas no se desgastan en la crítica destructiva y ven la envidia como un veneno. No son espectadores de las crisis, sino protagonistas del cambio.
Los optimistas cuidan sus relaciones interpersonales con esmero, saben trabajar en equipo y son animosos sembradores de fe, esperanza y alegrías.
Los optimistas también tienen épocas difíciles, pero no se rinden ni se dejan aplastar por su peso, ya que saben que aún la noche más oscura tiene un claro amanecer y que por encima de las nubes más densas sigue brillando el sol;
que todo túnel, por más largo y oscuro que sea, siempre tendrá otra salida
y que todo río, siempre tiene dos orillas.
Decálogo del optimista de Gonzalo Gallo