Jueves, 01 Enero 2009 18:00

Crisis y Doctrina Social de la Iglesia.

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  Luego de todo cuanto se ha dado a raíz de la presente crisis financiera, catalogada por el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, profesor de Princeton, como bache llamado a ser cruel, brutal y largo; vale la pena plantearse un tema que para alguno podría sonar secundario sin que realmente lo llegue ser.

  La cuestión que nos deseamos plantear, a propósito de la presente crisis, es si la Doctrina Social de la Iglesia, su antropología y manera de comprender la vida económica y social, tiene alguna luz que ofrecer de cara al oscuro panorama que hoy atormenta la vida de tantas y tantas personas a lo largo y ancho del mundo.

  Pasando del modo de proceder de algunos que recurren a la Doctrina Social de la Iglesia solo desde la citación de una o dos frases circunstanciales de Juan Pablo II acerca del sistema capitalista, aquí queremos mirar la cuestión de un modo un poco más integral.

  Primero, los hechos. Los resultados que se desearon alcanzar, en tiempo de bonanza,  por la vía de riesgo extremo y la ingeniería financiera no fueron los esperados. El panorama final hizo caer al mismo Allan Greenspan en “estado de estupor”, como él mismo lo dijera.

  A la par de los beneficios sin límite de los altos ejecutivos, que ganaron hasta cuando perdieron, se dio una situación imposible en la vida de miles de humildes obreros –tanto en Estados Unidos como en Europa- que vieron desvanecerse de pronto su sueño de poseer casa propia o algo a lo que pudieran llamar negocio propio.

  A la luz de la Doctrina Social de la Iglesia este panorama ha enseñado, como afirma Adela Cortina, que la buena economía no es la que produce máximos beneficios, sino el suficiente y justo. Otro dato aprendido con dureza es que la responsabilidad no es un bien accesorio y que la especulación febril debe ser paliada por la vía de los controles debidos y un antropocentrismo más de cara a no permitir a nadie olvidar que siempre es útil pensar en clave solidaria y de bien común.

  De la mano de los Obispos norteamericanos, es necesario recordar que hoy día y sin necesidad de dirigirnos unilateralmente contra el mercado, se trata de repensar el rol del Estado y de la sociedad misma, de tal manera que, asegurando los intereses de las mayorías, procuren que las instituciones económicas y financieras comprendan diáfanamente cuál deber ser la relación entre fines y recursos limitados implicada en la actividad económica. Una relación que ha de estar marcada siempre por un rostro humano indiscutible.

  Tal vez la realidad presente, llamada por Bernardo Kliksberg, “tsunami ético”,  haga a muchos retomar los principios implicados en la Doctrina Social de la Iglesia y la redescubran.