Miércoles, 31 Diciembre 2008 18:00

Certera máxima de solidaridad

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 El tema de los trasplantes de órganos es uno de los más relevantes en los últimos tiempos; sin embargo, el conocimiento y la conciencia social sobre la importancia de la donación de órganos no se ha extendido en Costa Rica como se debiera, por la razón de que no se ha brindado la educación e información necesarias a quienes han expresado su deseo de donar.

      En España, por ejemplo, por cada millón de habitantes, existen cuarenta donantes potenciales de órganos. Principalmente,  porque en ese país se habla sobre el tema como se platica de clima, deportes, o política.

      Este hecho nos debería servir de ejemplo para  que tanto  los organismos específicos del Estado, como también los no gubernamentales, los centros educativos, y la sociedad en general, nos comprometamos a sumar voluntades para profundizar la conciencia sobre esta sensible cuestión.

      Debemos tener muy en cuenta que cualquiera de nosotros, o nuestros familiares o amigos, podría requerir un órgano para seguir viviendo. Si logramos una verdadera cultura de donación de órganos como existe en España, es muy probable que recibamos ese órgano al necesitarlo.

     La profesión médica reconoce que el trasplante de órganos implica un significativo avance en el conocimiento científico en pro de la salud y el bienestar de la humanidad, pues el poder prolongar la vida de una persona es algo realmente humanitario. El mismo Juan Pablo Segundo manifestaba que la donación de órganos constituye una certera máxima de solidaridad con nuestro prójimo.

     Además, en esta humana misión, debemos pensar en todas aquellas personas que han perdido su vida al no haber tenido esta oportunidad, ya que podemos convertir estos hechos dolorosos en motivo de esperanza, al hacer que sus muertes se traduzcan en la fuerza que impulse este compromiso nacional con la vida.

     Sin duda, la donación de órganos abre grandes y efectivas posibilidades para  salvar vidas; y en la medida en que crezca la cantidad de donantes potenciales, serán mayores los chances de cientos y cientos de pacientes que necesitan algún tipo de trasplante para ganar esas duras batallas que libran contra las enfermedades.

     El amor es solidario, y la solidaridad es dar, es darse y compartir con otros; por ello, el compromiso por educarnos y tomar conciencia sobre la magnitud de donar órganos es una expresión muy significativa en tanto que encierra el sentido y la dimensión de un acto de amor y vida.
     Bajo este contexto, debería informársele más, y a la mayor brevedad, a la población sobre los beneficios y avances en materia de trasplantes; e incorporarse en todo documento de identificación la declaración de las personas aceptando o negándose a ser donantes voluntarios de órganos.

     Ojalá sean muchos los llamados a la generosidad y sensibilidad de los costarricenses, y múltiples las respuestas, porque son muchas, también, las personas que esperan un órgano para recobrar la salud y la esperanza de vida. 

     Hagamos de este propósito de donación de órganos una altruista fuerza de unión e igualdad de oportunidades para todos, para hacer, de Costa Rica, un país cada vez más comprometido con la salvación de vidas humanas.
Y recordemos: la solidaridad no debe ser una virtud exclusiva de la Navidad, sino un valor practicado constantemente.