Durante la pasada semana santa, de manera muy discreta, a los noventa años de edad falleció en Sri Lanka, donde vivía desde hacía cincuenta años, el escritor británico de anticipación y divulgador científico, Sir Arthur Clarke.
Era mundialmente famoso desde que, en mil novecientos sesenta y ocho, el director de cine Stanley Kubrik utilizó su cuento El centinela para su película 2001 Odisea del espacio
Nacido en una finca, Clarke ingresó desde niño a la sociedad interplanetaria británica y en la segunda guerra mundial se unió a la real fuerza aérea para trabajar en un proyecto súper secreto, el desarrollo del radar como arma de guerra
Pero mientras trabajaba en ese mismo proyecto se dio cuenta de la importancia de las emisiones de rayos para las futuras comunicaciones inter estelares
A partir de entonces, Sir Arthur empezó a soñar con un futuro en donde la ciencia y las tecnologías permitieran a la humanidad alcanzar las fronteras del espacio y las profundidades del mar.
Los transbordadores espaciales, las antenas parabólicas, los satélites de comunicaciones que permanecen siempre sobre el mismo lugar de la tierra; todos esos inventos fueron anticipados por Arthur Clarke, y algunas de los inventores fueron inspirados por esas historias de ciencia ficción.
Ya en mil novecientos cuarenta, anunció que el hombre llegaría a la luna para el año dos mil. Cuando lo dijo todos se rieron, pero en realidad el primer hombre desembarcó en la luna en 1968, o sea que Clarke se pasó treinta y dos años.
Escribió más de cien libros sobre ciencia, futurología, anticipación y divulgación científica y al conocerse su muerte, muchos dijeron que su amor por las ciencias había nacido después de leer alguno de esos libros.
Escritores de ciencia ficción, astrónomos, pioneros de la ciencia de la computación, y toda la comunidad científica del mundo reconocieron a Clarke como un verdadero profeta que bajó a las ciencias de las nubes de lo desconocido para darles un rostro humano,
Inteligencia artificial, comunicaciones interestelares, viajes interplanetarios, exploración submarina, son solo algunos de los ambientes en que se desarrollan sus narraciones
Pero la principal característica de toda la obra de Sir Arthur Clarke es su fe en el futuro de la humanidad, una fe lucida y serena, consciente y a la vez imperturbable.