Por su parte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en su último informe sobre la niñez rural, determina que 132 millones de niños y niñas, entre los cinco y catorce años, trabajan en el área rural en condiciones riesgosas para su salud e integridad física.
Además señala que los niños son retirados de la escuela por los propios padres porque necesitan mano de obra barata en el campo. De esta manera, lo único que consiguen es hacerse más pobres. Las niñas llevan la peor parte, pues ellas no sólo son retiradas más rápidamente de las escuelas que los niños, sino que, además, deben combinar su jornada de trabajo con las tareas domésticas.
Ahora bien, hay que aclarar que los organismos internacionales no están en contra de todas las actividades que los menores realizan en el campo, muchas de las cuales obedecen a las particulares características del sector rural.
Según la FAO, “el participar de cierta forma en actividades de subsistencia de la familia, en especial si no implica trabajos pesados o peligrosos, o no interfiere con la escolarización, es legítimo y puede ser importante para desarrollar habilidades laborales necesarias en la vida adulta".
Pero para lo que sí no existe excusa es para el trabajo infantil que puede resultar dañino, sea abusivo o suponga la explotación de los menores; les prive de su derecho a la educación y pueda poner en entredicho su desarrollo y crecimiento futuros.
De ahí que la Organización Internacional del Trabajo insista en poner un alto a esta problemática. No obstante, esto no sería realmente efectivo sin la toma de conciencia real de toda la población. Pensemos sobre el peligro de sufrir un accidente, el dolor y el cansancio que significa trabajar en posiciones poco cómodas, el peligro de contraer enfermedades y no poder asistir regularmente al colegio. ¿Nos hubiera gustado a nosotros padecer este tipo de situaciones, o que un niño cercano a nosotros, en fin cualquier niño, lo padezca?
Por eso, apostemos a la reflexión, apostemos a la educación como el instrumento más acertado para combatir esa labor que realizan los menores. Una educación para todos los niños, al menos hasta la edad mínima de admisión al empleo, que sea de calidad y que promueva la sensibilización sobre la necesidad de luchar contra el trabajo infantil.