Lunes, 05 Julio 2010 08:20

¡Una obligación más que una elección!

Los medios de comunicación se han convertido en un instrumento de extraordinario poder social, pues no sólo se limitan a informar, sino que también pueden ir más lejos cuando se convierten en espacios que orientan el sentido de la información. 

De ahí que puedan ser la diferencia entre una sociedad informada, analítica e intelectualmente preparada, o una que se dirija a la apatía, la mediocridad o la descomposición social.

 

Ante esta responsabilidad de los medios por forjar una mejor Patria, es alarmante observar la actitud que algunos de ellos están tomando, de desvirtuar muchas informaciones al plagarlas de sensacionalismo y frivolidad.

 

Indigna ver cómo en algunos medios dominan las informaciones cargadas de pesimismo, sangrientas imágenes que parecen sacadas de la más terrible  película de terror, la falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, rostros abatidos por el dolor ante una hostigadora cámara o lágrimas profanadas por las miradas de extraños.

 

Es lamentable que, ya sea por costumbre, comodidad o ignorancia, muchas personas prefieran consumir este “espectáculo” amarillista de drama, sangre, dolor y negativismo, en vez de preferir informaciones que les aporten a su crecimiento intelectual, emocional o espiritual.

 

De ahí que si realmente aspiramos a mejorar como humanos, tal postura debería ser hoy combatida por cada uno de nosotros. Recordemos en este sentido, lo expresado ante un grupo de comunicadores por la beata Teresa de Calcuta: “Informen también de lo bueno, que no sólo lo malo es noticia”.

 

Ciertamente los medios de comunicación deben dejar de lado ese amarillismo y superficialidad existentes, para volver a ser espacios de respetuosa discusión pública; es decir, donde el conjunto de profesionales-espectadores-consumidores de información y ciudadanos sea un epicentro de respeto y humanidad que nos lleve, a pesar de los sinsabores que este mundo acarrea, a palpar más sanas y educativas informaciones.

 

Necesitan ser un centro donde se dé lugar al análisis sobre asuntos de envergadura para todos como, por ejemplo, la consolidación democrática, el rescate de valores, la seguridad ciudadana, la protección a nuestra infancia, el fomento de una cultura de tolerancia, el compromiso por una educación que consolide alumnos con mayor criticidad. En fin, una actitud más humanista, y respetuosa de lo que acontece en nuestro país.

 

 

Todos los humanos podemos perfeccionarnos mediante el servicio de los demás. En este sentido, si hay una profesión que se asoma a este propósito es la de los comunicadores, por ello debe ser un mandato ético y moral de cada comunicador ser sensible a las injusticias de este mundo y a todo lo que merma la dignidad de las personas.

 

¡Qué no lo olvidemos! Quien asuma un rol de comunicador, debe tener como fin la responsabilidad y el respeto, pues está en sus manos cultivar o deformar a otro humano.

 

El que los comunicadores tengan claro este propósito y el que los espectadores lo exijan, constituye una obligación más que una elección.