Es a propósito de esto que les cuento la siguiente historia que me contó un amigo hace varios años: Chepito era un buen hombre, sin oficio ni beneficio, que en su hoja de vida tenía como lo más importante el haber sido compañero de escuela, de primer grado porque de allí no pasó, del actual alcalde del cantón. El señor alcalde sí siguió los estudios y aunque fuera con un bachillerato “trinqueteado”, llegó hasta hacerse máster. Un sábado, Chepito se encontró a su excompañero en la feria. Se saludaron y entonces aprovechó para pedirle ayuda porque la estaba pasando muy mal.
¿No habrá una chambita por ahí? El alcalde le dijo una y otra vez lo difícil que era darle un trabajo así, de buenas a primeras, pero tanto le insistió su ex compañero que le dijo que llegara el lunes para ponerlo a trabajar con la cuadrilla encargada de limpiar las orillas de carretera.
Efectivamente, Chepito llegó el lunes y ahí estaba su trabajo. A las seis empezaron. En la hora del café de las siete, un compañero le contó que el grupo se había organizado para ir a Golfito el fin de semana y que iban a tomar un día de vacaciones para viajar desde el jueves en la noche.
La cuadrilla volvió al trabajo y el resto del día transcurrió sin sobresaltos, aunque en la cabeza de Chepito siguió dando vueltas lo del viaje a Golfito.
Por la noche Chepito se decidió a ir a casa de su amigo el alcalde. ¿Como te fue con con el trabajo? Fue la pregunta con que lo recibió en el corredor. Muy bien, de eso venía a hablarle, estoy muy agradecido pero quiero pedirle un favor, es que los compañeros van para Golfito el fin de semana, pero se van desde el jueves, ¿usted podría darme vacaciones el viernes? Pero Chepito si usted empezó a trabajar hoy, ¿cómo se le ocurre? Usted puede jefe, usted puede. Bueno está bien, de todas formas si la cuadrilla se va, usted nada va a hacer solo. Gracias jefe, pero necesito otro favor, usted podría adelantarme la quincena, diay es que con qué voy a pagar el bus, y quiero comprarle una olla arrocera a Margarita. Y Chepito fue a Golfito.
Aquella historia la tuve siempre como una simpática y disparatada exageración de mi amigo. Pero tiempo después, ya no asombrado sino desolado, la veo plasmada nada menos que en el primer poder de la República, solo que con el orden temporal de las acciones cambiado: primero pulsearon lo del salario, a la semana de asistir a sesiones y ahora, con poco más de un mes de ir a la Asamblea, se aprobaron sus vacaciones.
Y para terminar de ajustarla, ahora nos damos cuenta de que cada diputado tiene derecho a contratar cinco asesores a su discreción, como personal de confianza. Por Dios, ¿cuántos Chepes y Chepas habremos tenido, tendremos e iremos a tener como flamantes asesores del primer poder de la República, pagados, como Chepito, con el erario público?
En fin, eso es nuestra clase política. Por sus asesores y por sus actos los conoceréis.