Lunes, 31 Mayo 2010 04:36

Una gran lección de firmeza e integridad

La decisión de doña Laura Chinchilla de vetar el aumento de salario que irresponsablemente se recetaron algunos diputados, constituye una luz de esperanza dentro de un ámbito tan venido a menos como es el político.

 



Esa acción es la que se espera de un representante del pueblo, es decir que piense primero en las necesidades y exigencias de la población  y no se deje llevar por intereses personales o conveniencias políticas.



En este sentido, doña Laura ha sido consecuente con su pensamiento, que tanto cuesta plasmarlo en política, en donde las tentaciones de dinero y los abusos de poder son tan comunes; porque es muy fácil hablar de valores y principios, lo difícil es llevarlos a la práctica como lo ha hecho nuestra presidenta.



Ella nos ha recordado que la conducta de los funcionarios públicos dentro de un régimen democrático debe sustentarse, de forma permanente, en los valores superiores de lealtad, imparcialidad, eficiencia, justicia y responsabilidad en los que se basa la vocación de servicio para salvaguardarla, y así evitar contrariar el interés público cuya protección y defensa  les han sido asignadas.



No olvidemos que nuestro sistema político tiene como base primordial su legitimidad. Dentro de este proceso de legitimación es necesaria la existencia de una ética de la función pública que oriente las acciones del Gobierno en la búsqueda del bien común como fin último del Estado; la ausencia de ética se traduce en  corrupción de los funcionarios y con ello la deslegitimación del sistema político-democrático.



De ahí que la determinación de doña Laura esté protegiendo el interés de la sociedad como un todo en el manejo de los asuntos públicos; esté proveyendo la legitimidad del ejercicio de la autoridad en la función pública; esté prescribiendo el comportamiento del funcionario público y esté sirviendo de fundamento para establecer y justificar los principales deberes y derechos de las partes involucradas en la práctica pública.



Hoy, contundentemente, hay que hacer del deber ético en la función pública parte de una firme ética de vida. Ciertamente en este todavía largo trayecto presidencial vendrán tiempos demandantes para doña Laura, sin embargo, si por la víspera se saca el día, deberíamos seguir teniendo la confianza en que, ese sólido, honesto y firme  compromiso con su pueblo que ella desplegó durante la campaña electoral, continuará siendo la herramienta de su trabajo para ir escribiendo, con su determinación y convicciones, nuevas y mayores páginas de prosperidad para cada uno de los que conformamos esta bendita tierra.



Por eso, más allá de colores políticos o asuntos de género, la determinación de doña Laura me hace sentir orgulloso de ser costarricense y de seguir siendo un creyente de un sistema político honesto, transparente y eficiente.