Las sociedades contemporáneas se enfrentan al reto de proyectarse y adaptarse a un proceso de cambio que viene avanzando muy rápidamente hacia la construcción de Sociedades del Conocimiento. Este proceso es dinamizado esencialmente por el desarrollo de nuevas tendencias en la generación, difusión y utilización del conocimiento, y está demandando la revisión y adecuación de muchas de las empresas y organizaciones sociales y la creación de otras nuevas con capacidad para asumir y orientar el cambio pues la sociedad del conocimiento ha de estar en la base de toda política de promoción económica, cultural o educativa.
Tengamos en cuenta que una Sociedad del Conocimiento es una sociedad con capacidad para generar, apropiar y utilizar el conocimiento para atender las necesidades de su desarrollo y así construir su propio futuro, convirtiendo la creación y trasferencia del conocimiento en herramienta de la sociedad para su propio beneficio.
En este sentido, en la sociedad del conocimiento y del aprendizaje, las comunidades, empresas y organizaciones avanzan gracias a la difusión, asimilación, aplicación y sistematización de conocimientos creados u obtenidos localmente, o accesados del exterior. El proceso de aprendizaje se potencia en común, a través de redes, empresas, gremios, comunicación inter e intrainstitucional, entre comunidades y países. Una sociedad del conocimiento significa una nación y unos agentes económicos más competitivos e innovadores y, además, eleva la calidad de vida a todo nivel.
Entonces, si el conocimiento se ha convertido en el factor crítico en cualquier actividad, es vital que los poderes públicos procuren su desarrollo y extensión. Pero ¿cómo hacerlo? Una buena fórmula sería favorecer los mismos factores que han contribuido a acelerar la implantación de la sociedad del conocimiento en los últimos años, por lo tanto un primer paso sería garantizar el acceso a internet y las nuevas tecnologías de la información a todas las personas, así como las competencias necesarias para poder utilizarlas. Posteriormente es importante asegurarse de que el conocimiento esté disponible, y ahí los poderes públicos poseen un importante papel que jugar, pues mucha información tiene su origen precisamente en la propia administración. Finalmente el conocimiento tiene que poder ser interpretado y asimilado, para que llegue a serlo realmente y pueda ser utilizado, la educación desempeña un papel fundamental en esta última fase.
Por ejemplo en lo que respecta a la transición de Latinoamérica hacia una sociedad del conocimiento en condiciones de eficiencia y equidad, se demandan nuevas formas de intervención del Estado y acciones público/privadas explícitamente dirigidas a una asignación óptima de recursos para alcanzar las metas deseables que las reglas del mercado, por sí solas, no aseguran.
Ante este contexto, Latinoamérica, entre otros desafíos, deberá buscar financiamiento para disminuir el rezago tecnológico; determinar el marco jurídico, regulatorio e institucional que asegure bajas barreras al ingreso y a la competencia entre proveedores de servicios de conexión a las redes de transmisión; disminuir la heterogeneidad en la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación; lograr mayor participación en los contenidos de información y conocimiento que transmiten las redes digitales; contrarrestar la fuerte concentración de poder que la rápida informatización coloca en manos de países industrializados y obtener mayor cooperación internacional.
Definitivamente cambiar hacia la sociedad del conocimiento llevará su tiempo, y para conseguirlo es preciso comprender mejor por qué ahora el conocimiento es la clave del crecimiento y la riqueza, pero, especialmente, es preciso que la gente adquiera como valor personal la renovación intelectual; que esto no sea un patrimonio de ciertos grupos, sino que sea un valor extendido a todos los niveles de la sociedad.
Las sociedades contemporáneas se enfrentan al reto de proyectarse y adaptarse a un proceso de cambio que viene avanzando muy rápidamente hacia la construcción de Sociedades del Conocimiento. Este proceso es dinamizado esencialmente por el desarrollo de nuevas tendencias en la generación, difusión y utilización del conocimiento, y está demandando la revisión y adecuación de muchas de las empresas y organizaciones sociales y la creación de otras nuevas con capacidad para asumir y orientar el cambio pues la sociedad del conocimiento ha de estar en la base de toda política de promoción económica, cultural o educativa.
Tengamos en cuenta que una Sociedad del Conocimiento es una sociedad con capacidad para generar, apropiar y utilizar el conocimiento para atender las necesidades de su desarrollo y así construir su propio futuro, convirtiendo la creación y trasferencia del conocimiento en herramienta de la sociedad para su propio beneficio.
En este sentido, en la sociedad del conocimiento y del aprendizaje, las comunidades, empresas y organizaciones avanzan gracias a la difusión, asimilación, aplicación y sistematización de conocimientos creados u obtenidos localmente, o accesados del exterior. El proceso de aprendizaje se potencia en común, a través de redes, empresas, gremios, comunicación inter e intrainstitucional, entre comunidades y países. Una sociedad del conocimiento significa una nación y unos agentes económicos más competitivos e innovadores y, además, eleva la calidad de vida a todo nivel.
Entonces, si el conocimiento se ha convertido en el factor crítico en cualquier actividad, es vital que los poderes públicos procuren su desarrollo y extensión. Pero ¿cómo hacerlo? Una buena fórmula sería favorecer los mismos factores que han contribuido a acelerar la implantación de la sociedad del conocimiento en los últimos años, por lo tanto un primer paso sería garantizar el acceso a internet y las nuevas tecnologías de la información a todas las personas, así como las competencias necesarias para poder utilizarlas. Posteriormente es importante asegurarse de que el conocimiento esté disponible, y ahí los poderes públicos poseen un importante papel que jugar, pues mucha información tiene su origen precisamente en la propia administración.
Finalmente el conocimiento tiene que poder ser interpretado y asimilado, para que llegue a serlo realmente y pueda ser utilizado, la educación desempeña un papel fundamental en esta última fase.
Por ejemplo en lo que respecta a la transición de Latinoamérica hacia una sociedad del conocimiento en condiciones de eficiencia y equidad, se demandan nuevas formas de intervención del Estado y acciones público/privadas explícitamente dirigidas a una asignación óptima de recursos para alcanzar las metas deseables que las reglas del mercado, por sí solas, no aseguran.
Ante este contexto, Latinoamérica, entre otros desafíos, deberá buscar financiamiento para disminuir el rezago tecnológico; determinar el marco jurídico, regulatorio e institucional que asegure bajas barreras al ingreso y a la competencia entre proveedores de servicios de conexión a las redes de transmisión; disminuir la heterogeneidad en la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación; lograr mayor participación en los contenidos de información y conocimiento que transmiten las redes digitales; contrarrestar la fuerte concentración de poder que la rápida informatización coloca en manos de países industrializados y obtener mayor cooperación internacional.
Definitivamente cambiar hacia la sociedad del conocimiento llevará su tiempo, y para conseguirlo es preciso comprender mejor por qué ahora el conocimiento es la clave del crecimiento y la riqueza, pero, especialmente, es preciso que la gente adquiera como valor personal la renovación intelectual; que esto no sea un patrimonio de ciertos grupos, sino que sea un valor extendido a todos los niveles de la sociedad.