Viernes, 21 Febrero 2014 10:25

Tortuguero

Muy cerca, pero paradójicamente lejos de la inmensa mayoría de los costarricenses se encuentra el hermoso paraíso denominado Canales de Tortuguero.

ESCUCHAR COMENTARIO


Contrario a lo que pueda pensarse, Tortuguero es un lugar de fácil acceso para cualquier ciudadano de este país, el transporte público mediante la modalidad de autobús y luego por lancha se llega a este paraíso terrenal, refugio de aves, peces, reptiles, grandes mamíferos y la exuberante flora, donde destacan los enormes almendros, espabeles y los imponentes ceibos, donde juguetean las bulliciosas lapas o donde cuelgan esas verdaderas obras de ingeniería que son los nidos de las oropéndolas.
A pesar de la poca distancia son pocos los nacionales que frecuentan los canales, los turistas extranjeros forman abrumadora mayoría en ese hermoso paraje que se torna multilingüe, alemanes, suecos, mexicanos, japoneses, estadounidenses, canadienses, coreanos, hasta las más diversas latitudes ha llegado la buena fama de Tortuguero, donde hay un pequeño poblado con mercados de artesanía y donde destacan los imponentes edificios de la Caja Costarricense de Seguro Social y del Instituto Costarricense de Electricidad, además del puesto policial y la humilde escuela, testimonios de la institucionalidad que nos hace diferentes en el concierto de las naciones.
Todo es sorprendente en Tortuguero, desde los bien organizados vecinos que ofrecen viajes por los innumerables canales, hasta el tiempo que en cuestión de instantes pasa de la lluvia intensa al sol abrasador del Caribe.
Guardo la imagen de una pareja de extranjeros ya adentrados en años, él con su porte espigado, fuerte, enfundado en la ropa liviana que se viste para la ocasión, ella con su camisa de esas que secan rápido luego de que la lluvia arrecia, lo distinto es que ella viajaba en su silla de ruedas, el hombre con amor la conducía por los senderos y con la solidaridad de turistas y empleados de los negocios locales, ella se apostaba en la proa de la embarcación que surcaba las vías fluviales.
Pensé en el valor de la lealtad, ese aguantar del paso para transitar juntos y así volar unidos al ritmo que marca la vida.