Jueves, 01 Noviembre 2012 05:26

Sí señora: tiene cáncer

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Fue en la navidad del 2010 cuando nos dijo que había descubierto un abultamiento en su seno. Todos quedamos impactados y, obviamente, muy preocupados. Ese mismo día empezó el viacrucis: buscar a un buen médico, correr por exámenes clínicos de todo tipo y rezar porque no fuera lo que sospechamos.

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Pocos días después, el especialista, de forma directa y sin mayores recovecos, le dio la noticia: " Sí señora, es cáncer de mama". Nuestro mundo se desplomó con tan certero golpe.
Vinieron otros exámenes y una inmediata cirugía radical de pecho. Cuando ingresó al quirófano 5 horas fueron interminables. La operación y más en una anciana (82 años) es sumamente riesgosa. Ella, sin embargo, siempre positiva y con mucha fe, tiempo después despertó y sólo atinó a medio abrir sus ojos y levantar, con dificultad, su mano. Había pasado la prueba de fuego y era el inicio de un suplicio que aún vivimos.
Pasados varios días y ya en casa, pudimos ver su cuerpo mutilado y el asombro, con no poco dolor, nos hizo reaccionar y las lágrimas afloraron, sin más. Todos estuvimos ahí, y hasta hoy, apoyándola. El sentimiento de impotencia de no poder hacer más es lo que causa estragos en el ánimo de quienes tenemos a un ser amado en esta situación y sólo la fe y la constante oración es lo que no nos deja caer.
Hoy, a casi dos años de la cirugía, y luego de pasar por tratamientos de radio y quimio, el cáncer no cede y se muestra agresivo. Ella debe pasar por más dolorosos tratamientos pero su buen ánimo y, sobre todo, su gran fe, nos contagia. Su pelo se cayó pero su deseo de vivir la mantiene firme y segura que podrá salir adelante en todo, pase lo que pase.
Hace ocho días cumplió 84 años y aunque dice que no cree que vivirá tanto como su madre, abuela de 102 años, su indomable espíritu la sostiene ante tanta adversidad y sabemos que logrará vencer un tumor que se resiste a dejarla en paz. Y con esa actitud nos enseña la lección de que aprendamos, con su dolor, que la vida tiene muchas alegrías pero también cientos de desafíos que le dan sentido y que lo poco o mucho que se viva debe hacerse de modo tal que nuestro andar por este mundo deje esa huella que resista, por siempre, al tiempo,.
Lo que ayer parecía lejano a la familia, incluyendo el activo movimiento de instituciones, públicas y privadas, para afrontar esta “epidemia” que hoy mata a más 400 mujeres por año, lo tenemos más cerca que nunca pues la noticia de la enfermedad de mamá se nos ha incrustado cual trozo de vidrio en el lagrimal de nuestro hogar. Por ella y por todas las mujeres que se luchan por vencer al cáncer, les decimos: ¡los milagros aún se dan!
Wilbert Arroyo Álvarez
ABOGADO Y PERIODISTA