Por mi formación académica no puedo más que celebrar cuando los centros educativos destinan parte de sus actividades a honrar a las Humanidades, tal y como lo viví hace unos días en la Universidad Nacional cuando tuve el privilegio de que me invitaran para brindarles a los estudiantes el discurso de inauguración de la Semana Cívica Humanística. Por eso desde hace 16 años en que me dedico a la docencia, desde diferentes trincheras, siempre he procurado, y me place hacerlo, resaltar la importancia que las Humanidades poseen en la formación integral de las personas a pesar de que no todos, lamentablemente, ven en las Humanidades el trascendente valor que poseen.
¿Por qué digo esto?, ejemplifico…, hace unas semanas en una actividad que me invitaron escuché, indirectamente, a dos profesores conversando y uno le decía al otro “que las humanidades son una pérdida de tiempo, pues no son rentables, y atrasan al alumno en su aprendizaje”. Sinceramente mi reacción no fue de disgusto ni me sorprendí por el comentario, pues este tipo de pensamiento, por desgracia, no es del todo nuevo, y claro no estoy generalizando, pero me imagino que muchos, como me ha sucedido a mí, han escuchado a algunos docentes o a algunos estudiantes con este tipo de opiniones, porque las consideran una limitación para graduarse rápidamente o no le ven una aplicación práctica.
Sin embargo, desde mi óptica de profesor de Humanidades, y desde mi experiencia como un estudiante quien disfrutó al máximo estas clases, y lo sigo haciendo ahora cuando construyo aprendizajes humanísticos con mis alumnos, considero que, en este mundo en donde pareciera se tiende cada vez más a caer en lo mediocre, lo superficial y en la apatía espiritual e intelectual, urge que las Humanidades recobren un sitial de trascendencia. Si a través de la historia grandes mujeres y grandes hombres como Sócrates, Miguel Ángel, Gabriela Mistral, Lincoln, Frida Kahlo, Martin Luther King, Virginia Wolf o Gandhi, han visto en el arte, la literatura, la filosofía o la educación mecanismos fundamentales para alimentar el intelecto y el alma de las personas, ¿por qué no hacerlo nosotros?, y ni qué decir de esos costarricenses como Carmen Lyra, María Eugenia Dengo, Omar Dengo, Roberto Brenes Mesén o Mauro Fernández quienes hicieron de la educación humanística un baluarte de progreso social.
El problema es que muchas veces estos personajes han quedado solamente como un material de estudio en lugar de convertirse en un ejemplo por emular. Y lo que es peor, a veces ni siquiera se conocen…; en reiteradas ocasiones he abordado este tema con mis alumnos y les menciono ciertos nombres de personas quienes han dejado una huella humanística y educativa en este país, y me encuentro que también, en reiteradas ocasiones, no los conocen… Ahora bien, no se trata de sentirnos mal por no saberlo ni de conocer, como lo señalé anteriormente, solamente los nombres de estas personalidades, la idea es qué podemos aprender de estas personas con una clara visión humanística y educativa. Por eso siempre les insisto a mis alumnos a que se relacionen con personas, o investiguen sobre ellas, quienes los hagan crecer intelectual y espiritualmente y, ante todo, que aprovechen la gran oportunidad que tienen de estarse educando humanísticamente, porque hay muchos quienes, aunque quieran, no pueden hacerlo.
De ahí que deberíamos explotar al máximo esa formación integral, esa búsqueda de conciencia social, ese desarrollo de competencias mentales y espirituales, esa construcción en valores y esa preparación para la vida que las Humanidades nos brindan en demasía... Por supuesto que no podemos evitar que algunos piensen que son una pérdida de tiempo, pero podemos demostrar que esto no es así encontrándole su potencial y aplicación, ¿y cómo hacerlo?, pues sencillamente aprovechando y poniendo en práctica este aprendizaje humanístico tanto en nuestros ámbitos cotidianos como profesionales mediante una perspectiva humanista sobre lo que hemos sido, somos y lo que queremos ser, y siendo, permanentemente, miembros pensantes y participativos de este país. Insisto, si otros lo han hecho, ¿por qué nosotros no?...
Por mi formación académica no puedo más que celebrar cuando los centros educativos destinan parte de sus actividades a honrar a las Humanidades, tal y como lo viví hace unos días en la Universidad Nacional cuando tuve el privilegio de que me invitaran para brindarles a los estudiantes el discurso de inauguración de la Semana Cívica Humanística. Por eso desde hace 16 años en que me dedico a la docencia, desde diferentes trincheras, siempre he procurado, y me place hacerlo, resaltar la importancia que las Humanidades poseen en la formación integral de las personas a pesar de que no todos, lamentablemente, ven en las Humanidades el trascendente valor que poseen.
¿Por qué digo esto?, ejemplifico…, hace unas semanas en una actividad que me invitaron escuché, indirectamente, a dos profesores conversando y uno le decía al otro “que las humanidades son una pérdida de tiempo, pues no son rentables, y atrasan al alumno en su aprendizaje”. Sinceramente mi reacción no fue de disgusto ni me sorprendí por el comentario, pues este tipo de pensamiento, por desgracia, no es del todo nuevo, y claro no estoy generalizando, pero me imagino que muchos, como me ha sucedido a mí, han escuchado a algunos docentes o a algunos estudiantes con este tipo de opiniones, porque las consideran una limitación para graduarse rápidamente o no le ven una aplicación práctica.
Sin embargo, desde mi óptica de profesor de Humanidades, y desde mi experiencia como un estudiante quien disfrutó al máximo estas clases, y lo sigo haciendo ahora cuando construyo aprendizajes humanísticos con mis alumnos, considero que, en este mundo en donde pareciera se tiende cada vez más a caer en lo mediocre, lo superficial y en la apatía espiritual e intelectual, urge que las Humanidades recobren un sitial de trascendencia. Si a través de la historia grandes mujeres y grandes hombres como Sócrates, Miguel Ángel, Gabriela Mistral, Lincoln, Frida Kahlo, Martin Luther King, Virginia Wolf o Gandhi, han visto en el arte, la literatura, la filosofía o la educación mecanismos fundamentales para alimentar el intelecto y el alma de las personas, ¿por qué no hacerlo nosotros?, y ni qué decir de esos costarricenses como Carmen Lyra, María Eugenia Dengo, Omar Dengo, Roberto Brenes Mesén o Mauro Fernández quienes hicieron de la educación humanística un baluarte de progreso social.
El problema es que muchas veces estos personajes han quedado solamente como un material de estudio en lugar de convertirse en un ejemplo por emular. Y lo que es peor, a veces ni siquiera se conocen…; en reiteradas ocasiones he abordado este tema con mis alumnos y les menciono ciertos nombres de personas quienes han dejado una huella humanística y educativa en este país, y me encuentro que también, en reiteradas ocasiones, no los conocen… Ahora bien, no se trata de sentirnos mal por no saberlo ni de conocer, como lo señalé anteriormente, solamente los nombres de estas personalidades, la idea es qué podemos aprender de estas personas con una clara visión humanística y educativa. Por eso siempre les insisto a mis alumnos a que se relacionen con personas, o investiguen sobre ellas, quienes los hagan crecer intelectual y espiritualmente y, ante todo, que aprovechen la gran oportunidad que tienen de estarse educando humanísticamente, porque hay muchos quienes, aunque quieran, no pueden hacerlo.
De ahí que deberíamos explotar al máximo esa formación integral, esa búsqueda de conciencia social, ese desarrollo de competencias mentales y espirituales, esa construcción en valores y esa preparación para la vida que las Humanidades nos brindan en demasía... Por supuesto que no podemos evitar que algunos piensen que son una pérdida de tiempo, pero podemos demostrar que esto no es así encontrándole su potencial y aplicación, ¿y cómo hacerlo?, pues sencillamente aprovechando y poniendo en práctica este aprendizaje humanístico tanto en nuestros ámbitos cotidianos como profesionales mediante una perspectiva humanista sobre lo que hemos sido, somos y lo que queremos ser, y siendo, permanentemente, miembros pensantes y participativos de este país. Insisto, si otros lo han hecho, ¿por qué nosotros no?...