Lo sucedido el primero de mayo de 2011 en la Asamblea Legislativa pudo haber ocasionado en algunas personas cierto grado de sensación incómoda, según la apreciación que tenga de los hechos, sin embargo, visto con madurez política, no fue en realidad un acontecimiento ajeno a la democracia. Por el contrario, se demostró ese día que la democracia costarricense es estable.
Para cualquier gobierno es perfectamente entendible la idea de que su partido ocupe el Directorio Legislativo, tanto por razones de gobernabilidad, para mantener una mayor fluidez en su relación con el Parlamento, o incluso por aspectos de sucesión presidencial, que en un régimen como el nuestro valdría la pena reflexionar con mayor vehemencia.
Pero lo cierto es que todos estos aspectos son posibles aún con un Directorio de oposición, porque lo vital en un sistema político maduro lo constituye la institucionalidad democrática. La divergencia ideológica es natural, y no es motivo para que los políticos no puedan ponerse de acuerdo en asuntos claves para el país. La historia de nuestra nación ha demostrado que cuando se trata del interés nacional, hemos sido capaces de grandes logros.
Por tanto, definir el concepto de la democracia a la luz de lo que aconteció ese día en el Parlamento es importante, pero más importante aún es preguntarnos qué podemos esperar los costarricenses de la dinámica entre los Diputados y el Gobierno en este nuevo escenario político. Esto por cuanto el significado de la democracia no se limita exclusivamente a un aspecto etimológico.
La democracia, para entenderla, requiere ser contextualizada y referenciada por los hechos políticos, solo así nos será posible entender la realidad de los pueblos. Por ello, tenemos que reconocer que la democracia, como concepto, no se puede separar de lo que la democracia debería ser. Es decir, que la democracia prescriptiva (los ideales) debe corresponder a la democracia descriptiva (la realidad). Y en este punto, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo tienen la última palabra.
Por encima de las valoraciones ideológicas y del ejercicio del poder político, por encima de la tradición o práctica política, y por encima de quienes sean las personas y los partidos que ostentan los puestos de mando, están los intereses del país. La democracia costarricense es madura y estable, pero corresponde a los Diputados y al Gobierno hacerla efectiva, y para esto tenemos tres grandes ventajas: el Estado de Derecho, la Institucionalidad, y sobre todo, la voluntad política, la nobleza y la integridad de quienes piensan que el país está de primero.
Lo sucedido el primero de mayo de 2011 en la Asamblea Legislativa pudo haber ocasionado en algunas personas cierto grado de sensación incómoda, según la apreciación que tenga de los hechos, sin embargo, visto con madurez política, no fue en realidad un acontecimiento ajeno a la democracia. Por el contrario, se demostró ese día que la democracia costarricense es estable.
Para cualquier gobierno es perfectamente entendible la idea de que su partido ocupe el Directorio Legislativo, tanto por razones de gobernabilidad, para mantener una mayor fluidez en su relación con el Parlamento, o incluso por aspectos de sucesión presidencial, que en un régimen como el nuestro valdría la pena reflexionar con mayor vehemencia.
Pero lo cierto es que todos estos aspectos son posibles aún con un Directorio de oposición, porque lo vital en un sistema político maduro lo constituye la institucionalidad democrática. La divergencia ideológica es natural, y no es motivo para que los políticos no puedan ponerse de acuerdo en asuntos claves para el país. La historia de nuestra nación ha demostrado que cuando se trata del interés nacional, hemos sido capaces de grandes logros.
Por tanto, definir el concepto de la democracia a la luz de lo que aconteció ese día en el Parlamento es importante, pero más importante aún es preguntarnos qué podemos esperar los costarricenses de la dinámica entre los Diputados y el Gobierno en este nuevo escenario político. Esto por cuanto el significado de la democracia no se limita exclusivamente a un aspecto etimológico.
La democracia, para entenderla, requiere ser contextualizada y referenciada por los hechos políticos, solo así nos será posible entender la realidad de los pueblos. Por ello, tenemos que reconocer que la democracia, como concepto, no se puede separar de lo que la democracia debería ser. Es decir, que la democracia prescriptiva (los ideales) debe corresponder a la democracia descriptiva (la realidad). Y en este punto, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo tienen la última palabra.
Por encima de las valoraciones ideológicas y del ejercicio del poder político, por encima de la tradición o práctica política, y por encima de quienes sean las personas y los partidos que ostentan los puestos de mando, están los intereses del país. La democracia costarricense es madura y estable, pero corresponde a los Diputados y al Gobierno hacerla efectiva, y para esto tenemos tres grandes ventajas: el Estado de Derecho, la Institucionalidad, y sobre todo, la voluntad política, la nobleza y la integridad de quienes piensan que el país está de primero.