Viernes, 11 Julio 2014 01:58

Las lecciones que uno recibe en el Museo Nacional

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Fui al Museo Nacional. Me impactó la visita. El museo está muy bonito. Es una metáfora, una síntesis de Costa Rica. Está en lo que fue el Cuartel Bellavista, que simboliza la abolición del ejército. Inicié el recorrido con las salas indígenas, cómo pasaron nuestros primeros antepasados de la caza y la recolección a la agricultura, los petroglifos, los metates  y las esferas precolombinas, que acaban de ser declaradas patrimonio de la Humanidad.

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También aprendí sobre los objetos marcadores de jerarquía social y los patrones funerarios, su paso de una sociedad tribal a una sociedad cacical. Luego la sección del oro mágico. La utilización de aves como águilas, halcones, gavilanes, colibríes, loros y búhos. Ahí aprendí de la leyenda que cuenta que Sibú, dios creador de los indígenas, vino transformado en un zopilote, vestido como un hombre. Aprendí del uso de animales como espíritus protectores o poseedores del alma de antepasados, sobre todo el uso de felinos, principalmente el jaguar. Observé la decoración con las técnicas de martillado, con lo que se obtienen piezas repujadas, grabadas o caladas. Y si los objetos se consiguieron con fundición, son filigranas. El oro utilizado por nuestros indígenas venía de Osa, la Zona Norte y Guanacaste. Después fui a la Sala Carlos María Jiménez, sobre la casa colonial, los muebles de estilo barroco y la casa sencilla, austera, de una época caracterizada por la pobreza y al aislamiento de Costa Rica. Me fui para la Sala de Exhibiciones Temporales, sobre música en medio de mestizaje, sincretismo e hibridación. Aprendí del tango, el son, la rumba, el rock, el vallenato, la ranchera, la nueva canción o trova, el bolero, el mambo, el danzón, el chachachá, el merengue, el hip hop, el jazz, el bossa nova, la cumbia y el porro. También conocí ritmos nacionales, como la mazorca y la polka de Paraguay, el pasillo de Ecuador, el danzón y la habanera de Cuba, la marinera de Perú, el joropo de Venezuela y Colombia, la chacarera de Argentina, el candombe de Uruguay y Ecuador, el bambuco de Colombia, la cueca de Chile, Argentina y Bolivia, la mangulina dominicana, y la cueva negra boliviana. Conocí del sincretismo en la religiosidad popular. Conocí los cordófonos, las primas de las guitarras, como el charango de Los Andes, el tiple colombiano, el requinto sudamericano, la jarana mexicana, el guitarrón chileno, el tres cubano y el cuatro de Venezuela y Puerto Rico. Terminé mi recorrido en una sala de la patria, donde vi los anteojos de don Manuel Mora, la sotana de Monseñor Sanabria, el bastón de varios expresidentes y los recortes sobre doña Bernarda Vázquez, la primera mujer que votó en Costa Rica. Para terminar, el jardín es hermoso, con un trapiche, tabacones, árboles y arbustos. Qué bello el bosque del Valle Central. Ir al Museo Nacional es disfrutar una excelente lección de historia, música, culturas nativas, así como de orgullo por la patria y el continente. Es importante conocer nuestras raíces y nuestros tesoros culturales.