Esto, lamentablemente, ha hecho que una gran parte de la población perciba la política muy lejos de ser una consolidación de proyectos y sueños, para convertirse en la consecución o preservación de ventajas para algunos, quienes, necesariamente, no son los mejores o no poseen las mejores intenciones, al punto de que la política ha llegado a reducirse, muchas veces, a la disputa por el poder con el fin de conquistar algún cargo.
Por eso hoy que gran cantidad de personas manifiestan su apatía hacia el contexto político, que ya no se desea emitir el sufragio o que algunos han hecho de la política un buen negocio, los ciudadanos poseen la gran responsabilidad de volver a hacer de la política una manera de sana convivencia, tal y como la abordaba Aristóteles cuando afirmaba que “el fin de la política, como una tarea de y para los ciudadanos, no es el vivir; sino, el vivir bien”.
Ahora bien, nada se logra con estar insistiendo en que algunos políticos no responden de manera concreta o no presentan propuestas claras si ya se sabe que muchos políticos lo hacen como una estrategia política, con el agravante de que el pueblo no se interesa por analizar a conciencia los planes de gobierno. Igualmente nada se gana con criticar el hecho de que algunos candidatos no poseen experiencia política, porque algunos que la han tenido, tampocole han sabido responder de manera pertinente al país.
Lo que se debe hacer es actuar de manera responsable e inteligente, evaluando a conciencia cada uno de los candidatos y sus respectivas propuestas para ayudar, en este proceso, a crear un sistema político basado en la racionalidad y no en la improvisación. Antes, como ahora, es vital comprender que a la política la siguen calificando sus fines, es decir, sus contribuciones para el “vivir bien” de la sociedad y, por ende, su capacidad de involucrar activamente a los habitantes para mejorar sus vidas. Y en esta tarea tanto quienes se dedican a la función pública como cada uno del resto de ciudadanos posee un deber fundamental.
Entonces más allá de ser concebida como una disputa de poder y un pretexto para dividir a la sociedad, la política debe seguir siendo el instrumento privilegiado para allanar diferencias, enmendar desigualdades, establecer consensos sanos y reajustar nuestro tejido social, aunque esto suene a utopía. Porque quienes más se acerquen al sentido original de la política, como un medio para la acción social y no como un fin interesado; y quienes la cultiven como la oportunidad de servirle a la ciudadanía, posiblemente tendrán las mayores posibilidades y los mejores argumentos en la competencia por la responsabilidad de contribuir con el bienestar de la sociedad.
Indudablemente la política importa, y mucho, para el “vivir bien” de los pueblos, pues sin una buena política no se podrá alcanzar un auténtico desarrollo tanto humano como social, y, además, plasmar una sana y auténtica transformación democrática.
Ya se respiran aires electorales, se están oficializandocandidaturas para presidente o diputado, se comienzan a escucharpropuestas, se generan debates, en fin, pareciera que el ambiente electoral va poco a poco calentando. No obstante, con excesiva frecuencia, la política no se ha venido practicando como un instrumento para la “vida buena” de las sociedades, sino para la permanencia y reproducción de intereses que tienen muy poco que ver con su original misión de servicio ciudadano.