Martes, 09 Agosto 2016 05:59

Herodes de la naturaleza.

Un turista extranjero tuvo el infortuniomientras practicaba el surf en las aguas guanacastecas, las olas lo empujaron hacia una desembocadura donde viven los cocodrilos, el animal en su instinto lógico no le pidió el pasaporte y en su defecto mordió una de las piernas del invasor, tema que ha desatado la polémica de a quién privilegiar, si a la fauna en su hábitat natural o a los visitantes con su dinero.

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Costa Rica apostó desde hace más de cuatro décadas por la biodiversidad, por la preservación de al menos el 25% de su territorio como parques nacionales, a los que se han sumado reservas privadas y mientras la deforestación es galopante en países vecinos, la biodiversidad nuestra se ha constituido en la principal fuente de divisas.
Es natural que si se mejora el ambiente, los animales repoblarán los diversos sitios, pero esto no quiere decir que debamos emprenderla contra pumas, jaguares, chanchos de monte, serpientes, guatusas, liebres, tucanes, papagayos y cuanto animal viva en los bosques, los seres humanos estamos dotados de inteligencia y discernimiento, además, en un país como el nuestro la mayoría sabe leer y quien es analfabeta sabe cuándo una actividad lleva implícito riesgo o no.
Bajo la tesis de quienes abogan por la caza inmisericorde de animales y bestias, deberían eliminarse a punta de tractor y draga las costas donde han perdido la vida tantas personas o clausurarse de una vez por todas la vía a Limón por el Zurquí, donde los derrumbes constituyen el pan de cada día o abolir las motocicletas, principal causa de muertes entre la población joven.
Los animales no tienen la culpa, mientras se aprueba una ley para protegerlos, algunos quieren borrar con el codo lo que escribieron con la mano.
No imagino la imagen que le transmitiríamos al mundo con una cacería a ultranza de flora y fauna, porque con la visión de los depredadores de la naturaleza, los árboles constituyen una amenaza latente y como hace poco lamentablemente uno le cayó encima al vehículo del vicealcade de Osa, bajo esa premisa hay que cortar todos los que estén a la vera del camino.
Alguien le escribió al tres veces presidente don Ricardo Jiménez para quejarse que el tren había matado una de sus vacas y el patriarca con su fino humor preguntó: “favor decirme ¿la vaca se metió en la línea o el tren en el potrero?