En el caso de Costa Rica, a lo largo de los años nos hemos caracterizado por ser un país cuidadoso del cumplimiento de las convenciones internacionales con el fin de que el desarrollo de los niños se respete. A pesar de ello, aún existen algunos problemas que deben ser erradicados como, por ejemplo, el acceso a la asistencia médica, la desigualdad educativa y el trabajo infantil.
Además las inminentes violaciones, maltratos físicos y emocionales, desnutrición o la pobreza que siguen acechando al sector infantil, parecen constatar que es, en la actualidad, cuando los pequeños necesitan por parte de la sociedad de una mayor conciencia sobre la urgencia de protegerlos y respetarlos.
En este sentido, hoy, más que nunca, se hace importante reafirmar los derechos universales de toda la población infantil para que gocen, realmente, de un nivel de vida adecuado mediante efectivos servicios de salud, protección contra el maltrato, una educación apropiada y dotación de un ambiente social, cultural y familiar ideal tanto para su desarrollo como para su bienestar.
Recordemos que existen muchos niños que están sufriendo frío, explotación, hambre, golpes y desamor; que no asisten a la escuela, que jamás han tenido un juguete, que ignoran lo que es una caricia o que están expuestos a los peligros de la calle.
Ante este panorama, es fundamental que las personas adultas generemos criterios en torno a la vigencia y respeto de los derechos de la infancia, sin importar etnia, género, religión, creencias, condición social, idioma u origen.
Hoy debe ser una propicia ocasión para abogar, una vez más, por un efectivo goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales para la infancia; así como para hacer un llamado de manera que todos contribuyamos a que Costa Rica cuente, en el futuro, con hombres y mujeres quienes vivan en dignidad y aporten al desarrollo y progreso del país.
Porque en la medida en que se vea la defensa y protección de la infancia como un estímulo y reconocimiento constante del valor de los niños como un presente con demandas y necesidades, y como arquitectos de un futuro cercano, es que seremos capaces de forjar individuos felices capaces de brindar solidaridad, tolerancia y respeto por las demás generaciones. No olvidemos que, tal y como lo señalaba el dramaturgo español Jacinto Benavente: “En cada niño nace la humanidad”.