Sábado, 05 Marzo 2011 06:15

El ICE y el respeto a los pueblos

Costa Rica es un país pequeño. Sin embargo, los costarricenses hemos aspirado siempre a constituir una Nación grande y virtuosa mediante las instituciones que hemos erigido y por la vocación pacífica de nuestra gente.
Si agregamos a ello el afán por construir el bienestar general con solidaridad, y esa actitud característicamente sonriente y de apertura ante el mundo, no tardaremos en descubrir las huellas de nuestra identidad más reciente.
Se trata, así vista, de una identidad conformada por raíces ancestrales a las que debemos dar lustre de manera permanente mediante un trato digno a todas y cada una de las personas que conformamos esta encrucijada geográfica y humana del continente americano. Aborígenes, europeos y negros primero, y otros aportes étnicos posteriores, formaron un crisol que hoy nos enorgullece y nos identifica.
El de hoy es un tiempo en el que el respeto a la diversidad y al pensamiento ajeno debe ser defendido en todas las trincheras. Mucho nos enseñaron los errores del pasado, los radicalismos, la intransigencia y la negación del otro por diferente.
Una vez y otra también, hemos constatamos que un mundo mejor sí es posible.
Una demostración de que el diálogo nos abre las vías más cortas a la convivencia y a la armonía en el duro camino del desarrollo es el diálogo con las comunidades indígenas en aquellas zonas donde el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) aspira llevar a cabo obras de enorme importancia para el futuro del país.
Es norma en el ICE que no importa el tamaño y la complejidad de un proyecto, se debe informar con amplitud y transparencia a las comunidades. Trabajamos para dar y recibir información, para dialogar y para conocernos. Lo hacemos de buena fe, con equidad, resguardando el interés público y conciliándolo con los derechos legítimos de esas comunidades.
Tanto para los pobladores como para el ICE hay también un factor común inevitable: me refiero a la relación responsable con el ambiente y al mejor uso posible de los recursos que, como el agua, no es propiedad de nadie porque lo es de todos.
En todo ese esfuerzo, el respeto a la dignidad, a los valores y a las creencias ancestrales es un punto de partida de nuestro diálogo, como es la rigurosa aplicación de las leyes nacionales y las normas superiores de nuestra Constitución.
No puede ser de otra manera. Desde su origen el ICE nació con el mandato de darle a los costarricenses energía para el desarrollo. El resultado y la calidad de esa tarea se pueden confirmar en los más lejanos rincones de nuestro país.
Otro mandato es atender la creciente demanda de energía eléctrica que conlleva el desarrollo de la Nación. En eso estamos trabajando.                Elbert Durán Hidalgo
Costa Rica es un país pequeño. Sin embargo, los costarricenses hemos aspirado siempre a constituir una Nación grande y virtuosa mediante las instituciones que hemos erigido y por la vocación pacífica de nuestra gente.
Si agregamos a ello el afán por construir el bienestar general con solidaridad, y esa actitud característicamente sonriente y de apertura ante el mundo, no tardaremos en descubrir las huellas de nuestra identidad más reciente.
Se trata, así vista, de una identidad conformada por raíces ancestrales a las que debemos dar lustre de manera permanente mediante un trato digno a todas y cada una de las personas que conformamos esta encrucijada geográfica y humana del continente americano. Aborígenes, europeos y negros primero, y otros aportes étnicos posteriores, formaron un crisol que hoy nos enorgullece y nos identifica.
El de hoy es un tiempo en el que el respeto a la diversidad y al pensamiento ajeno debe ser defendido en todas las trincheras. Mucho nos enseñaron los errores del pasado, los radicalismos, la intransigencia y la negación del otro por diferente.
Una vez y otra también, hemos constatamos que un mundo mejor sí es posible.
Una demostración de que el diálogo nos abre las vías más cortas a la convivencia y a la armonía en el duro camino del desarrollo es el diálogo con las comunidades indígenas en aquellas zonas donde el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) aspira llevar a cabo obras de enorme importancia para el futuro del país.
Es norma en el ICE que no importa el tamaño y la complejidad de un proyecto, se debe informar con amplitud y transparencia a las comunidades.
Trabajamos para dar y recibir información, para dialogar y para conocernos. Lo hacemos de buena fe, con equidad, resguardando el interés público y conciliándolo con los derechos legítimos de esas comunidades.
Tanto para los pobladores como para el ICE hay también un factor común inevitable: me refiero a la relación responsable con el ambiente y al mejor uso posible de los recursos que, como el agua, no es propiedad de nadie porque lo es de todos.
En todo ese esfuerzo, el respeto a la dignidad, a los valores y a las creencias ancestrales es un punto de partida de nuestro diálogo, como es la rigurosa aplicación de las leyes nacionales y las normas superiores de nuestra Constitución.
No puede ser de otra manera. Desde su origen el ICE nació con el mandato de darle a los costarricenses energía para el desarrollo. El resultado y la calidad de esa tarea se pueden confirmar en los más lejanos rincones de nuestro país.
Otro mandato es atender la creciente demanda de energía eléctrica que conlleva el desarrollo de la Nación. En eso estamos trabajando.
Elbert Durán Hidalgo