De ahí que sea vital que los docentes, como principales agentes creadores de este cambio pedagógico y esenciales responsables del proceso de formación, desarrollen ambientes atractivos de aprendizaje los cuales sean flexibles para atender las diferencias individuales y grupales de los estudiantes, además que estén caracterizados por actividades lúdicas, innovadoras, retadoras y estimulantes como por ejemplo el uso de análisis de casos, debates, mesas redondas, diálogos socráticos o simulaciones, cuyo fin sea el predominio de la participación, el fomento del pensamiento crítico, la cooperación y el autoaprendizaje.
Ambientes en donde, a partir de estrategias de enseñanza o evaluaciones bien planificadas, se forme un clima emocional basado en la confianza, la seguridad y la adaptación mutuas, se genere la libertad para que los estudiantes se animen a preguntar y a cuestionar; además de evitar los comentarios negativos, la ansiedad, el exponer de manera burlista los errores de los estudiantes, abordar precisamente en el error una fuente básica de aprendizaje, en donde se reconozca abierta y públicamente el esfuerzo y los éxitos de los muchachos y se haga uso del humor, en fin, lograr que los alumnos se sientan tomados en cuenta para que de esta manera se perciban como protagonistas de su propio aprendizaje pues el profesor que brinda autonomía promueve la motivación, y las personas con una motivación alta son más persistentes en sus tareas, por lo cual tienen mayor probabilidad de que alcancen sus metas y logren el éxito.
La idea es abocarse a innovaciones educativas y ver en la motivación esa trascendental oportunidad para hacer del accionar educativo un ámbito más humanista, intelectual, creativo, pensante y sensible. Se trata de educar para la profesión, el empleo, la ciudadanía, la vida…, para un aprendizaje más significativo y para el autodesarrollo, con el fin de que los estudiantes alcancen su máximo potencial de crecimiento como humanos. Además se debe considerar que estudiantes más motivados académicamente resultan más provechosos para el desarrollo social del país en la medida de que brinda la enseñanza de valores superiores como la empatía, el respeto, la entereza, la perseverancia y la autoconfianza, fomenta la toma de decisiones, conlleva la libertad de pensamiento y el desarrollo de individuos tanto creativos como críticos capaces de conocer y valorar la realidad en la cual se desenvuelven.
Por lo tanto, los diversos actores educativos deben plantearse si desean ser quienes por desconocimiento, apatía o conformismo se empeñan en transitar por los caminos de una enseñanza ortodoxa, memorística y que puede conducir a la desmotivación, o, por el contrario, de aquellos quienes procurando el bienestar, desarrollo y satisfacción de los estudiantes buscan, sienten y quieren establecer la motivación como un proceso de cambio y un permanente mecanismo didáctico en favor de la excelencia del ámbito educativo...