Cuando nos sentamos a la mesa casi nunca reparamos de donde proviene el alimento, los campesinos son los grandes olvidados, al menos cuando eran mayoría fueron vistos de reojo por los políticos, hoy poco importan, tienen que jugársela como puedan, no existe un sistema de estabilización de precios, no pocas veces les sale más barato dejar pudrirse la mercadería, que ofrecerla a una retribución que avergüenza, así pasa con el tomate, los chiles, las cebollas, los mangos.
Con las excepciones del caso, igual que sucede con el café, poco hemos evolucionado a partir de la venta del grano, luego algunos pagan caprichos cuando llegan reelaborados en sofisticados productos desde el exterior.
Mientras los diputados, los presentes y los que recién dejaron sus curules debaten en largas e infructuosas jornadas el tema de banca para el desarrollo, los fondos multimillonarios se tornan mohosos, en vez de estar acompañando la reconversión del sector agrícola, para que la cosecha que se malbarata hoy, pueda venderse en unos meses en mermeladas, helados, conservas y hasta perfumes, como hacen naciones de primer mundo, que le dan valor agregado a lo que producen, ya no las manos callosas, sino modernas maquinarias.
La salida de una parte del proceso que tenía Intel en el país y otras empresas extranjeras radicadas en suelo nacional, hacen necesario un replanteamiento del esquema productivo, o seguimos apostando a negocios que vuelan donde más les caliente el sol del dinero o lo hacemos para incubar empresas con raíces en el terruño.
Si algo tenemos es talento a borbotones, hay miles de jóvenes egresados de colegios técnicos agropecuarios ávidos de una mano para hacer sus emprendimientos, es tiempo de dejar de lado la retórica para no entregarlos a la suerte con solo el titulo bajo el brazo.
Día de los agricultores, ojalá al menos nos ruboricemos ante el abandono en que los tenemos.