Cuando yo era chiquillo, el 12 de octubre lo celebrábamos entre vestidos de “yute” y caras pintadas con betún; entre el canto de una hermosa canción que se llamaba “pasión” y del himno a Cristóbal Colón. Los actos cívicos en la escuela versaban sobre los viajes del almirante, los sueños que perseguía de alcanzar las Indias Orientales y se contaban allí los diversos viajes que hizo a América. Desde su llegada a Gunahaní primero, hasta su arrivo a nuestra hermosa isla Quiribrí (que significaba tierra firme en lengua nativa) el 18 de setiembre de 1502, lugar que hoy es nuestro muy amado Puerto Limón.
A aquella celebración le llamaban el Día de la Raza. Desde esos años, me quedó más que claro que vengo de un mestizaje entre colonizadores españoles y aborígenes, que recibimos de herencia una lengua maravillosamente rica, a la cual hoy hemos condenado a la simpleza de los símbolos en los teléfonos celulares, a los anglicismos y a la pachucada. También, aunque impuesta, nos heredaron una fe cristiana sobre la cual hemos construido en Costa Rica, un modelo social sustentado en la Doctrina Social de la Iglesia.
Con los años, he visto como se le ha venido dando un giro a la celebración del 12 de octubre y como la hemos ido transformando en una cosa de esas rarísimas en las que ya ni siquiera sabemos qué es lo que celebramos.
Ya las ferias no se llaman ni turnos ni ferias, sino que les hemos puesto nombres como “Family Day” y ya no venden allí los deliciosos platillos a base de maíz como el pozol o las chorreadas, sino que venden perros calientes y hamburguesas, acompañadas de refrescos gaseosos cargados de azúcar.
Los bailes ya no son alusivos a nuestras danzas indígenas, sino que nuestros niños bailan en los actos “cívicos”, cosas como reguetón y hip hop. A las dramatizaciones en las que mostrábamos a Isabel la Católica, Cristóbal Colón, las tres carabelas y muchos aborígenes, las hemos sustituido por rutinas de aeróbicos y chiquillas medio chingas imitando a Lady Gaga y Jenifer López. El himno a Colón y la hermosa “Pasión” ya no las enseñamos porque suenan muy “colonialistas” o simplemente porque es una polada, según el decir de los muchachitos de hoy y de algunas de sus maestras.
Desde que le cambiamos el nombre a la celebración y le pusimos “Día de las Culturas” resulta que hicimos una mescolanza rarísima, en la que vemos desde kimonos japoneses, túnicas árabes y ombligos indúes; hasta atuendos agringados y pizzas italianas. El día del Descubrimiento de América lo convertimos en el día del revoltijo y del desorden, pues a final de cuentas los chiquillos ya ni saben que carajos se celebra y para terminar de hacerla, a este desmadre, le sumamos que el feriado se pasó de día, porque a alguno de esos “brillantes” de Cuesta de Moras, se le ocurrió un día que eso ayudaría con la reactivación del sector turismo.
¿Día de la raza, de las culturas o de la identidad nacional? No sé, solo sé que extraño las notas de aquella “Pasión” que nostálgica decía… “…zumba que zumba marimba, de mi corazón, aunque se rompan las teclas que son de puro coyol…”