Sábado, 31 Marzo 2012 07:29

¡Cotidianos gestos de poesía!

El  pasado 21 de marzo, en el Auditorio Clodomiro Picado de la Universidad Nacional, muchos de quienes nos declaramos peregrinos de los ceremoniales poéticos, nos reunimos a festejar la firma del Decreto que declara dicha fecha como el Día Mundial de la Poesía, el cual  fue propuesto por la UNESCO y apoyado, de manera especial, por el señor Javier Pérez Hidalgo, miembro del Taller Literario del Programa de Atención de la Persona Adulta Mayor del Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional. Sin duda fue una actividad cargada de emotividad; maravilloso resultó ver la concurrida asistencia, y lo más impactante, fue el encuentro generacional de niños, jóvenes y adultos mayores rindiéndole tributo a la poesía con la declamación de sus respectivos poemas.
¡Qué poética experiencia y qué alimento para el alma!, porque qué es la poesía sino el estado henchido del espíritu que dialoga en la piel misma de la existencia. Concepción de la poesía como entraña de lo cotidiano, en el sentido que le atribuía el poeta García Lorca cuando afirmaba que “la poesía es algo que anda por la calle”; pues bien, la poesía es ese “algo” que ciertamente se nutre, se desnuda, se arropa, agoniza, se regenera y se transmuta en los tránsitos cotidianos de los humanos. Así lo ha sido en todos los lugares, y así lo ha sido en todos los tiempos…
De esta forma la poesía se ha agitado, tenazmente, en cada ruego de piel, sangre, palabra, letra y vida de los pueblos, y se ha tejido, trazo a trazo, sustento a sustento, como un habitual milagro entre los tránsitos, esperanzas y sortilegios de la conciencia humana. De allí que se pueda afirmar, con cierta libertad histórica y estética, que hoy la poesía está incorporada en todo y en todos; gozosamente atemporal, sugestivamente irreverente, llanamente inevitable, socialmente necesaria; un menester consustancial a las mujeres y los hombres.
Por ello tengo la creencia de que en esta sociedad fragmentada, mecanicista y masificada que vivimos hoy; impotente para engrandecer a las personas con visiones renovadas y fértiles, y en donde por desgracia la materia ha suprimido la idea; lo superficial ha rasgado lo espiritual; el afán de lucro y poder ha limitado los sueños, y la vida agitada y agobiante ha cercenado la virtud de la contemplación y la creatividad, la poesía se revela francamente humanizante, capaz de invadir, con palabras de fuegos reverdecidos, las apetencias de un mundo sediento de fuerza interna, progreso, justicia y amor. Como lo señalara en la actividad el Ministro de Cultura, “la poesía es aquella palabra convertida en brillante luz”; así es, con luz propia, cual patrimonio del mundo, cual profetiza de los tiempos, la poesía constituye la más antigua y, paradógicamente, la más nueva forma de conquista de los humanos.
En este sentido decía el pensador Heidegger que es poéticamente como el hombre hace habitable la tierra, y en efecto, es poéticamente como las mujeres y los hombres, con sus alegrías y angustias, sus desafíos y logros, sus esperanzas y miedos, sus titubeos y rebeliones,  pueden ir a la conquista de nuevos fuegos y partos de liberación mediante la poesía. Por eso confío en la poesía como un arma poderosa, libertaria, trasgresora, purificadora e inmortal; por eso creo en los rituales poéticos como los del pasado 21 de marzo como un total pretexto para permitirle a la poesía adentrarse y anidarse en los tiempos y destiempos de nuestras existencias.
Ojalá, entonces, sea gozosamente bienvenida la poesía, por todos, a ese espiritual y corpóreo banquete de sentidos que cada 21 de marzo,  Día Mundial de la Poesía, nos enamora para que, usted y yo, nos revelemos festiva y fértilmente trasfigurados en portadores y amantes de cada gesto de poesía que, cotidianamente, nos sustentan. Ahora…, desde hoy…, y por siempre…
El  pasado 21 de marzo, en el Auditorio Clodomiro Picado de la Universidad Nacional, muchos de quienes nos declaramos peregrinos de los ceremoniales poéticos, nos reunimos a festejar la firma del Decreto que declara dicha fecha como el Día Mundial de la Poesía, el cual  fue propuesto por la UNESCO y apoyado, de manera especial, por el señor Javier Pérez Hidalgo, miembro del Taller Literario del Programa de Atención de la Persona Adulta Mayor del Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional. Sin duda fue una actividad cargada de emotividad; maravilloso resultó ver la concurrida asistencia, y lo más impactante, fue el encuentro generacional de niños, jóvenes y adultos mayores rindiéndole tributo a la poesía con la declamación de sus respectivos poemas.
¡Qué poética experiencia y qué alimento para el alma!, porque qué es la poesía sino el estado henchido del espíritu que dialoga en la piel misma de la existencia. Concepción de la poesía como entraña de lo cotidiano, en el sentido que le atribuía el poeta García Lorca cuando afirmaba que “la poesía es algo que anda por la calle”; pues bien, la poesía es ese “algo” que ciertamente se nutre, se desnuda, se arropa, agoniza, se regenera y se transmuta en los tránsitos cotidianos de los humanos. Así lo ha sido en todos los lugares, y así lo ha sido en todos los tiempos…
De esta forma la poesía se ha agitado, tenazmente, en cada ruego de piel, sangre, palabra, letra y vida de los pueblos, y se ha tejido, trazo a trazo, sustento a sustento, como un habitual milagro entre los tránsitos, esperanzas y sortilegios de la conciencia humana. De allí que se pueda afirmar, con cierta libertad histórica y estética, que hoy la poesía está incorporada en todo y en todos; gozosamente atemporal, sugestivamente irreverente, llanamente inevitable, socialmente necesaria; un menester consustancial a las mujeres y los hombres.
Por ello tengo la creencia de que en esta sociedad fragmentada, mecanicista y masificada que vivimos hoy; impotente para engrandecer a las personas con visiones renovadas y fértiles, y en donde por desgracia la materia ha suprimido la idea; lo superficial ha rasgado lo espiritual; el afán de lucro y poder ha limitado los sueños, y la vida agitada y agobiante ha cercenado la virtud de la contemplación y la creatividad, la poesía se revela francamente humanizante, capaz de invadir, con palabras de fuegos reverdecidos, las apetencias de un mundo sediento de fuerza interna, progreso, justicia y amor. Como lo señalara en la actividad el Ministro de Cultura, “la poesía es aquella palabra convertida en brillante luz”; así es, con luz propia, cual patrimonio del mundo, cual profetiza de los tiempos, la poesía constituye la más antigua y, paradógicamente, la más nueva forma de conquista de los humanos.
En este sentido decía el pensador Heidegger que es poéticamente como el hombre hace habitable la tierra, y en efecto, es poéticamente como las mujeres y los hombres, con sus alegrías y angustias, sus desafíos y logros, sus esperanzas y miedos, sus titubeos y rebeliones,  pueden ir a la conquista de nuevos fuegos y partos de liberación mediante la poesía. Por eso confío en la poesía como un arma poderosa, libertaria, trasgresora, purificadora e inmortal; por eso creo en los rituales poéticos como los del pasado 21 de marzo como un total pretexto para permitirle a la poesía adentrarse y anidarse en los tiempos y destiempos de nuestras existencias.
Ojalá, entonces, sea gozosamente bienvenida la poesía, por todos, a ese espiritual y corpóreo banquete de sentidos que cada 21 de marzo,  Día Mundial de la Poesía, nos enamora para que, usted y yo, nos revelemos festiva y fértilmente trasfigurados en portadores y amantes de cada gesto de poesía que, cotidianamente, nos sustentan. Ahora…, desde hoy…, y por siempre…