Incrédulo, el Continente observa como en pleno siglo XXI, Costa Rica es víctima de una agresión ilegítima perpetrada por Nicaragua. Parte del territorio nacional fue invadido por el ejército del país vecino, que obstinadamente se niega a salir de él.
Nuestro Gobierno, actuando en estricto apego a la tradición pacífica y de respeto a la Ley Internacional de nuestro pueblo, ya ha hecho las concesiones que podía hacer para facilitarle al agresor un espacio que posibilitara el diálogo bilateral, intentando terminar por esa vía con la ofensa sufrida, sin que medie una lamentable confrontación.
Se trata de un acontecimiento completamente irracional, y posiblemente hasta absurdo para quienes lo observen desde lejos viviendo en entornos más civilizados que el nuestro. Es una invasión perpetrada por marionetas políticas nicaragüenses, a quienes les importa un comino comprometer la tranquilidad y seguridad de su pueblo, y del nuestro, con tal de perpetuar su control de los espacios de poder con que nutren sus vanidades, y aseguran sus intereses personales.
El Gobierno de Costa Rica tiene, sin miramientos, el total e incondicional respaldo de los costarricenses. Su labor ha sido extraordinaria y exitosa, pero hasta ahora, la realidad que se nos ha impuesto por la fuerza, sigue siendo una y la misma, porque pese a los esfuerzos y buena voluntad de nuestro país, lamentablemente hemos sido llevados a un punto en el que se ha hecho más que evidente que no podemos seguir confiando en la palabra, en los acuerdos, y mucho menos en el comportamiento de los políticos nicaragüenses, sin que aquella actitud, abierta y dispuesta al diálogo que hemos mostrado, pueda en algún momento llegar a comprometer seriamente los legítimos derechos de Costa Rica o a poner en duda la integralidad el territorio de nuestro país.
Parece que nuestros vecinos del Norte no solo no entienden, ni quieren entender, que están cometiendo una ilegítima e injustificable agresión contra Costa Rica al invadir nuestro territorio con su ejército, sino que además, se han empeñado en engañar de manera imprudente a su pueblo para embarcarlo en otra aventura con olor a pólvora, de esas a las que por décadas lo han acostumbrado para poder explotarlo con mayor facilidad.
Nuevamente la OEA nos ha dado la razón y los cancilleres se reunirán en diciembre para seguir tratando el conflicto. También acudimos ya a otras instancias – no excluyentes de la instancia regional diplomática – para tratar de evitar que la bota de los soldados nicaragüenses y sus abusivas acciones, sigan dañando nuestras tierras de reserva y humedales.
En este punto, es necesario que Costa Rica modifique y acentúe sus exigencias en el conflicto, ya que no es posible tratar de negociar o tan siquiera conversar con quien no quiere escuchar, entender, ni aceptar. Por ello, sin que signifique el abandono de las vías legales, diplomáticas y pacíficas ya emprendidas, nuestro país debe exigir en todos los foros, la inmediata e incondicional salida del territorio costarricense, de todo efectivo militar y civil nicaragüense que se encuentre ocupando ilegalmente nuestro territorio, o realizando las labores de desvío del río San Juan, modificando artificialmente las fronteras entre las naciones y causando irreparable daño a la naturaleza.
Decían nuestros abuelos, quienes para todo tenían la eterna paciencia del buen agricultor, que cuando se presentaba algún “carajo”, de esos que por no tener oficio terminan irrespetando lo ajeno, y a los que es mejor encarar pronto, porque de lo contrario se les terminaba llenando la cachimba’e tierra, y la cosa podía terminar mal … muy mal!.
Lamentablemente en el Norte hay varios de esos “carajos” de los de la peor calaña, … de los que rápido se desvisten de falsos ideales, y se acostumbran a hacer riqueza a costas de la pobreza de otros.
Atendiendo a la prudencia, mesura y buen tino con que el Gobierno de la República ha enfrentado la nueva agresión de los políticos nicaragüenses, el pueblo de Costa Rica se ha mantenido sereno y paciente, pero es bueno que en los irrazonables desvaríos de las autoridades del país vecino, no cometan el error de confundir pacifismo con desidia; uso de las vías legítimas y civilizadas con aceptación; y mucho menos paz, con sometimiento.
Incrédulo, el Continente observa como en pleno siglo XXI, Costa Rica es víctima de una agresión ilegítima perpetrada por Nicaragua. Parte del territorio nacional fue invadido por el ejército del país vecino, que obstinadamente se niega a salir de él.
Nuestro Gobierno, actuando en estricto apego a la tradición pacífica y de respeto a la Ley Internacional de nuestro pueblo, ya ha hecho las concesiones que podía hacer para facilitarle al agresor un espacio que posibilitara el diálogo bilateral, intentando terminar por esa vía con la ofensa sufrida, sin que medie una lamentable confrontación.
Se trata de un acontecimiento completamente irracional, y posiblemente hasta absurdo para quienes lo observen desde lejos viviendo en entornos más civilizados que el nuestro. Es una invasión perpetrada por marionetas políticas nicaragüenses, a quienes les importa un comino comprometer la tranquilidad y seguridad de su pueblo, y del nuestro, con tal de perpetuar su control de los espacios de poder con que nutren sus vanidades, y aseguran sus intereses personales.
El Gobierno de Costa Rica tiene, sin miramientos, el total e incondicional respaldo de los costarricenses. Su labor ha sido extraordinaria y exitosa, pero hasta ahora, la realidad que se nos ha impuesto por la fuerza, sigue siendo una y la misma, porque pese a los esfuerzos y buena voluntad de nuestro país, lamentablemente hemos sido llevados a un punto en el que se ha hecho más que evidente que no podemos seguir confiando en la palabra, en los acuerdos, y mucho menos en el comportamiento de los políticos nicaragüenses, sin que aquella actitud, abierta y dispuesta al diálogo que hemos mostrado, pueda en algún momento llegar a comprometer seriamente los legítimos derechos de Costa Rica o a poner en duda la integralidad el territorio de nuestro país.
Parece que nuestros vecinos del Norte no solo no entienden, ni quieren entender, que están cometiendo una ilegítima e injustificable agresión contra Costa Rica al invadir nuestro territorio con su ejército, sino que además, se han empeñado en engañar de manera imprudente a su pueblo para embarcarlo en otra aventura con olor a pólvora, de esas a las que por décadas lo han acostumbrado para poder explotarlo con mayor facilidad.
Nuevamente la OEA nos ha dado la razón y los cancilleres se reunirán en diciembre para seguir tratando el conflicto. También acudimos ya a otras instancias – no excluyentes de la instancia regional diplomática – para tratar de evitar que la bota de los soldados nicaragüenses y sus abusivas acciones, sigan dañando nuestras tierras de reserva y humedales.
En este punto, es necesario que Costa Rica modifique y acentúe sus exigencias en el conflicto, ya que no es posible tratar de negociar o tan siquiera conversar con quien no quiere escuchar, entender, ni aceptar. Por ello, sin que signifique el abandono de las vías legales, diplomáticas y pacíficas ya emprendidas, nuestro país debe exigir en todos los foros, la inmediata e incondicional salida del territorio costarricense, de todo efectivo militar y civil nicaragüense que se encuentre ocupando ilegalmente nuestro territorio, o realizando las labores de desvío del río San Juan, modificando artificialmente las fronteras entre las naciones y causando irreparable daño a la naturaleza.
Decían nuestros abuelos, quienes para todo tenían la eterna paciencia del buen agricultor, que cuando se presentaba algún “carajo”, de esos que por no tener oficio terminan irrespetando lo ajeno, y a los que es mejor encarar pronto, porque de lo contrario se les terminaba llenando la cachimba’e tierra, y la cosa podía terminar mal … muy mal!.
Lamentablemente en el Norte hay varios de esos “carajos” de los de la peor calaña, … de los que rápido se desvisten de falsos ideales, y se acostumbran a hacer riqueza a costas de la pobreza de otros.
Atendiendo a la prudencia, mesura y buen tino con que el Gobierno de la República ha enfrentado la nueva agresión de los políticos nicaragüenses, el pueblo de Costa Rica se ha mantenido sereno y paciente, pero es bueno que en los irrazonables desvaríos de las autoridades del país vecino, no cometan el error de confundir pacifismo con desidia; uso de las vías legítimas y civilizadas con aceptación; y mucho menos paz, con sometimiento.
Rigoberto Urbina Vargas y Rigoberto Urbina Pinto