Martes, 30 Julio 2013 07:55

COMENTARIO: Más allá del mito digital.

Ciertamente nuestros niños y jóvenes se están formando dentro de un mundo donde las computadoras, los teléfonos celulares, el ipod, el internet, la mensajería instantánea, el correo electrónico y todo el resto de gadgets digitales se convierten en, prácticamente, asunto de consumo todos los días, lo cual produce, efectivamente, una manera diferente de abordar el conocimiento y que se refleja en el ámbito educativo al querer, por ejemplo, la búsqueda de una mayor precisión y rapidez del conocimiento acorde con las también vertiginosas demandas de nuestro tiempo.

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Esto por cuanto los alumnos esperan una respuesta prácticamente inmediata, porque la velocidad es una característica fundamental del nuevo mundo en el que vivimos. Por eso los jóvenes buscan que la tecnología les permita acceder más rápidamente al resto de usuarios, estudiantes, profesores y organizaciones. Sin embargo, ¿qué sucede con los alumnos adultos, quienes poseen características disímiles de aprendizaje, y pertenecen a otra generación educativa, pero no se encuentran exentos del uso de esta injerencia de la tecnología?
Pues si tal como lo señalara el periodista Pablo Fonseca del periódico La Nación, cerca de 185.000 costarricenses, entre los 18 y los 69 años de edad, acceden todos los días a una red social en Internet, es evidente que la tecnología permea nuestros ámbitos, por ello si las personas no se adaptan a este hecho se podría maximizar las grandes diferencias entre quienes se han educado en una época pre-digital y otros que, prácticamente, llevan en sus genes la tecnología.
Por lo tanto, ante la evidencia de que las nuevas tecnologías digitales sí establecen, de alguna manera, una diferencia, independientemente del mito de que si la brecha la marca la edad o factores culturales o económicos, y sí ofrecen herramientas para articular nuevas maneras de aprendizaje en el aula, entonces los estudiantes adultos, definitivamente, deberían hacer el esfuerzo, “tener la audacia” de adaptarse a esa nueva realidad de, se podría decir, la “materia prima” presentada por la tecnología para buscar generar una mayor calidad educativa más allá del mito digital.
Pues sería prácticamente ilógico rechazar el aporte tecnológico en aras de la autonomía del conocimiento ya que, definitivamente, la relación entre las nuevas tecnologías y los alumnos adultos ha venido para quedarse y representa un desafío que revoluciona el modelo educativo actual. Esto habla de la necesidad de disposición y aplicación de la educación tecnológica por parte de los alumnos adultos ya que la educación de hoy debe procurar, ante las grandes posibilidades de influencia de la tecnología, hacer más accesible el conocimiento más allá de los temores o apatías de los alumnos.
Ante este panorama, más que enfrascarse en marcar una brecha digital y quejarse de ella, y a sabiendas de la existencia de un sistema educativo el cual, muchas veces, apela a lo tradicional y memorístico sin rendir buenos frutos, lo más sano sería tratar de sacar provecho de las ventajas de las herramientas digitales. Evidentemente la educación digital no es la panacea del sistema educativo, existen múltiples aspectos desde el compromiso, la formación profesional, o el sentido ético de los profesores, hasta la voluntad de querer aprender de los estudiantes que siempre entrarán en juego para lograr una productiva educación, no obstante, ¿por qué negarse a aplicarla en búsqueda de esa calidad educativa tan anhelada?...