Jueves, 21 Octubre 2010 05:30

Chile: Una sola conciencia

La experiencia vivida por los mineros en Chile y su increíble rescate después de tanta espera, ha tenido al mundo reflexionando sobre el sentido de la solidaridad y compasión. Sentimientos fundamentales para la sana convivencia entre seres humanos.
Nos convertimos en una sola conciencia de paz y amor hacia el prójimo al cruzar los dedos frente al televisor para sostener con fuerza el éxito ante lo angustioso que debe haber sido pasar por un diminuto túnel de tierra y finalmente salir de esa oscura tumba que fue la mina. Cada lágrima de un hombre rescatado significó alegría y emoción. Cuando sus familiares abrazaron su llegada, el mundo entero también los abrazó.
La fuerza de Dios junto al milagro han devuelto a la humanidad su nobleza, dejando de lado egoísmos, vanidades y sobre todo luchas de poder. Unimos  esperanzas  por el bien común.
Es este un momento histórico vital. Como humanidad debemos sentir mucho orgullo al buscar todos los recursos materiales y humanos para salvar vidas inocentes. Permite considerar la idea de empezar a construir una sociedad tendiente al cuidado del alma individual como grupal. Así dejaremos de padecer enfermedades cotidianas como es la soledad por tener que vivir un mundo frío e inconexo.
Cuando el alma pone atención a los detalles más pequeños y actividades más comunes, si se lo cuida con ánimo y fuerza, tienen un efecto que va más allá de su aparente insignificancia. Y eso es justamente lo que necesitamos para favorecer un ambiente seguro donde hombres, mujeres, niños y niñas puedan disfrutar de la hermosa naturaleza y desarrollarse con plenitud.
Otro aspecto importante para llegar al bienestar del mundo  es la espiritualidad. Establecer un orden interno en la propia conciencia que nos permita descubrir la belleza que se manifiesta en toda forma de vida.  Implica hacer un cuestionamiento de los valores y supuestos en los que se basa la cultura actual. Pues la predominante visión científico industrial es sin duda un gran monstruo que destruye el amor y la vida espiritual humana.
Cuando nos dejamos hechizar por la promesa de dinero, poder y placer, millones de personas viven insensibles a su propia humanidad y significado. Lamentablemente nuestra cultura es anti ecológica, anti estética, y anti espiritual.
Vivimos en una sociedad basada en la visión científica mecanicista del siglo XVIII, que percibe a la naturaleza como producto muerto, insensible a la vida de los seres que habitan el planeta. Desde ese lugar frío vemos una Costa Rica indiferente a cientos de niños y niñas que amanecen sin tener que comer. Sin un lugar donde vivir. Sin leyes que verdaderamente los proteja de la explotación sexual, y muchos otros abusos.
Hogares donde las mujeres son agredidas y abandonadas por sus compañeros, inmersas en una sociedad aun machista. De ahí que los hijos varones siguen pensando que son superiores, por ende pueden dominar a sus hermanas, novias, esposas y compañeras de trabajo.
Padecemos de muerte y violencia en cada esquina. Las armas son pan de cada día. Las drogas en sus dos dimensiones básicas de tráfico y consumo forman parte de una cotidianidad insegura.
En nuestro país como en el resto del planeta hay millones de personas que viven dentro de una mina oscura simbólica. Sin aire puro, ni dignidad. Envueltos en guerras sin sentido, víctimas de secuestros, torturas y muertes injustas.
Y lo peor: no cuentan con una parte de la población que invente un sistema como el  “Fenix” en Chile para sacarlos de su agonía.  Nadie llora sus penas, ni cruza los dedos para un rescate exitoso.
Sin embargo, la naturaleza humana cuenta con capacidades infinitas de generosidad, cooperación, interdependencia y conservación. La cuales podemos revivir y rescatar para cambiar el mundo. Pero no pueden ser construidas por decreto o planeación administrativa: debe empezar a construirse en la misma conciencia interior de cada uno. La paz será siempre el camino y la recompensa.
La experiencia vivida por los mineros en Chile y su increíble rescate después de tanta espera, ha tenido al mundo reflexionando sobre el sentido de la solidaridad y compasión. Sentimientos fundamentales para la sana convivencia entre seres humanos.
Nos convertimos en una sola conciencia de paz y amor hacia el prójimo al cruzar los dedos frente al televisor para sostener con fuerza el éxito ante lo angustioso que debe haber sido pasar por un diminuto túnel de tierra y finalmente salir de esa oscura tumba que fue la mina. Cada lágrima de un hombre rescatado significó alegría y emoción. Cuando sus familiares abrazaron su llegada, el mundo entero también los abrazó.
La fuerza de Dios junto al milagro han devuelto a la humanidad su nobleza, dejando de lado egoísmos, vanidades y sobre todo luchas de poder. Unimos  esperanzas  por el bien común.
Es este un momento histórico vital. Como humanidad debemos sentir mucho orgullo al buscar todos los recursos materiales y humanos para salvar vidas inocentes. Permite considerar la idea de empezar a construir una sociedad tendiente al cuidado del alma individual como grupal. Así dejaremos de padecer enfermedades cotidianas como es la soledad por tener que vivir un mundo frío e inconexo.
Cuando el alma pone atención a los detalles más pequeños y actividades más comunes, si se lo cuida con ánimo y fuerza, tienen un efecto que va más allá de su aparente insignificancia. Y eso es justamente lo que necesitamos para favorecer un ambiente seguro donde hombres, mujeres, niños y niñas puedan disfrutar de la hermosa naturaleza y desarrollarse con plenitud.
Otro aspecto importante para llegar al bienestar del mundo  es la espiritualidad. Establecer un orden interno en la propia conciencia que nos permita descubrir la belleza que se manifiesta en toda forma de vida.  Implica hacer un cuestionamiento de los valores y supuestos en los que se basa la cultura actual. Pues la predominante visión científico industrial es sin duda un gran monstruo que destruye el amor y la vida espiritual humana.
Cuando nos dejamos hechizar por la promesa de dinero, poder y placer, millones de personas viven insensibles a su propia humanidad y significado. Lamentablemente nuestra cultura es anti ecológica, anti estética, y anti espiritual.
Vivimos en una sociedad basada en la visión científica mecanicista del siglo XVIII, que percibe a la naturaleza como producto muerto, insensible a la vida de los seres que habitan el planeta. Desde ese lugar frío vemos una Costa Rica indiferente a cientos de niños y niñas que amanecen sin tener que comer. Sin un lugar donde vivir. Sin leyes que verdaderamente los proteja de la explotación sexual, y muchos otros abusos.
Hogares donde las mujeres son agredidas y abandonadas por sus compañeros, inmersas en una sociedad aun machista. De ahí que los hijos varones siguen pensando que son superiores, por ende pueden dominar a sus hermanas, novias, esposas y compañeras de trabajo.
Padecemos de muerte y violencia en cada esquina. Las armas son pan de cada día. Las drogas en sus dos dimensiones básicas de tráfico y consumo forman parte de una cotidianidad insegura.
En nuestro país como en el resto del planeta hay millones de personas que viven dentro de una mina oscura simbólica. Sin aire puro, ni dignidad. Envueltos en guerras sin sentido, víctimas de secuestros, torturas y muertes injustas.
Y lo peor: no cuentan con una parte de la población que invente un sistema como el  “Fenix” en Chile para sacarlos de su agonía.  Nadie llora sus penas, ni cruza los dedos para un rescate exitoso.
Sin embargo, la naturaleza humana cuenta con capacidades infinitas de generosidad, cooperación, interdependencia y conservación. La cuales podemos revivir y rescatar para cambiar el mundo. Pero no pueden ser construidas por decreto o planeación administrativa: debe empezar a construirse en la misma conciencia interior de cada uno. La paz será siempre el camino y la recompensa.

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