De ahí que a propósito de la celebración del Día de las Culturas, cada costarricense esté llamado a reconocer e impulsar, principalmente, un imperativo concepto de identidad sustentado en la tolerancia a las raíces pluriculturales que la constituyen, pues nuestro país no es, como muchos han querido hacer creer, resultado de la exclusiva herencia europea. La identidad nacional es, también, producto de la mezcla de indígenas, negros y chinos, y de sus respectivas influencias culturales.
Obviar un pasado común con estos grupos humanos es ignorar parte de la memoria histórica de Costa Rica y puede llevar a promover odiosas, discriminatorias y racistas prácticas sobre los fundamentos multiculturales existentes, ya que no se justifica el hecho de que ciertos grupos sociales sean discriminados por tener multiplicidad cultural, y menos cuando se ha comprobado que estos han intervenido en la pluralidad e interacción de la cotidianidad costarricense.
De ahí que cada cumpleaños de América debe ser ocasión para fomentar, a conciencia, la tolerancia y valoración hacia la diversidad cultural heredada mediante el respeto a las diferencias en el color de la piel, la forma de vestir, el idioma, las ideologías, las prácticas religiosas, artísticas o gastronómicas, pues esa nueva cultura de cada pueblo hermanado, de una Costa Rica que enlace los vínculos de fraternidad con esos grupos étnicos que han hecho del país una sociedad pluricultural, es la que debemos conmemorar cada doce de octubre y la que estamos obligados a fortalecer en un permanente y cotidiano proceso de construcción social como pueblo.
Evidentemente el desarrollo de la tolerancia, el respeto y la confianza en las diversas culturas no se logra de la noche a la mañana, es una actitud que requiere tiempo y esfuerzo; supone, en este sentido, el acceso a la educación formal o informal ya que la intolerancia suele tener sus raíces en la ignorancia y el temor, es decir, miedo a lo desconocido, al “otro”, a otras culturas, religiones o naciones. Así para ser eficaces, las normas mundiales contra la intolerancia tienen que combinarse con medidas locales, nacionales y, ante todo, individuales, por ello se hace absolutamente necesario llevar a cabo una enérgica actitud de cambio por integrar los componentes de la tolerancia en nuestros propios ámbitos de acción.
Por eso, en el palpitar de esta celebración, debe seguir ganando la más decisiva lucha por la tolerancia, tan ansiosa de ser conocida, y asumida, como una práctica diaria de subsistencia. Ojalá este Día de las Culturas nos sirva para hacer un examen de conciencia sobre nuestra posición hacia nuestros semejantes, nos invite a desterrar de nuestra sociedad cualquier tipo de insensibilidad e intolerancia y nos estimule a hacer de Costa Rica un lugar de un mayor y persistente humanismo.