Miércoles, 01 Junio 2016 05:57

Camino para un gran acuerdo

La matemática legislativa obliga a encontrar acuerdos. El Gobierno y su aliado no tienen mayoría para pasar la legislación de su interés, pero si cuentan con votos suficientes para poder paralizar la toma o la ejecución de importantes decisiones que afectan la vida de las personas. Debemos reconocer quea final de cuentas, los Partidos de verdadera oposición tampoco tenemos los votos suficientes para garantizarle a los costarricenses que proporcionaremos soluciones que se pueden hacer legislación efectiva. Esto es así porque, pese al enorme y encomiable esfuerzo que los diputados de oposición están haciendo por intentar enmendar la agenda legislativa, aquella puede finalmente verse frustrada. Una vez más, asunto de números: Si el Poder Ejecutivo veta las leyes que apruebe la oposición en un ambiente de posiciones enfrentadas, no se podrá garantizar su vigencia mediante resello, y con esto, más que el trabajo perdido, lamentaríamos una vez más el tiempo desperdiciado.

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Frente a esa realidad, nos quedan dos caminos: El fácil, del enfrentamiento que nadie desea pero algunos fomentan, sendero por el que seguiríamos sin avanzar y profundizando los problemas que agobian a nuestra sociedad; o el camino serio, recto y meditado, que como tal es por mucho más complejo que el anterior, porque nos obliga a reaprender a ser congruentes con las exigencias del sistema democrático, y a negociar sobre los temas centrales que le preocupan al costarricense. Nosotros, ya nos apuntamos en este segundo sendero.

Para hacer camino por esa segunda vía, más costarricense, todos debemos sentirnos ganadores. Ni el Gobierno, ni la oposición podemos imponer, aún cuando si se deben fijar con claridad, como se ha hecho, las prioridades. Conocemos bien el decálogo de problemas: 1) pobreza y desigualdad, 2) desempleo, 3) desequilibrio en las finanzas públicas, 4) crecimiento económico limitado, 5) criminalidad, 6) contaminación e infraestructura deficiente; 7) educación y salud estancadas, 8) inseguridad jurídica que genera desconfianza para invertir y para creer en las instituciones públicas; 9) trámites excesivos, y complejos que propician la corrupción; y 10) desesperanza.Para acometerlos, se requiere de vvoluntad y de facilitadores respetados, de medios de comunicación y de comunicadores apuntados y comprometidos.

Gobernar es lo que se hace, mientras otros dicen que no se puede. Es cierto que el Gobierno puede enfrentar cada uno de esos problemaspor sí solo, y que tuvo mayores posibilidades de éxito hace 2 años que ahora. Y tanto o más cierto es que se requieren acuerdos, para poder lograr soluciones sostenibles y duraderas. Las “terapias de shock” no son viables, pero tampoco es posible mantener el statu quo, si no queremos enfrentar una crisis económica y social. ¿Qué hacer entonces? Debemos concentrarnos en reformas puntuales. Aquellas que, respetando derechos adquiridos, nos ayuden a comenzar por recuperar la confianza, impulsar el crecimiento, y corregir los excesos.

Necesitamos engancharnos a una nueva generación que se la cree y que no se asusta con fantasmas. Para decirlo con don Jorge Vargas Cullel, con esos jóvenes que llenan de música los pueblos en todo el país; que emprenden en robótica o en nuevas aplicaciones informáticas; que investigan en genética, biomedicina o política; que hacen cine; que protegen las cuencas de los ríos; que promueven la arquitectura sostenible y rescatan barrios en las ciudades; los que apuestan por el emprendedurismo, hacen deportes de alto rendimiento o producción orgánica. Sin ellos, y sin recuperar la confianza en las Instituciones, poco se podrá hacer.

Es tiempo de ajustar el Reglamento Legislativo, y de comenzar por fijar reglas constitucionales claras sobre el déficit fiscal. Tiempo para comenzar a reducir el faltante gradualmente, y para eliminar las trabas burocráticas a la libertad, a los emprendimientos, al crecimiento económico y a la prestación eficiente de servicios públicos; tiempo de que avancemos en infraestructura, en capital humano, en igualdad e integración, en ambiente y en desarrollo científico. Poco más, nada menos.