Expresaba el beato Juan Pablo Segundo que "hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de sus pueblos, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz". Qué certeras y oportunas palabras de este gran líder espiritual, en especial ante la incongruente, absurda, denigrante, cínica y humillante situación sucedida el pasado Primero de Mayo en la Asamblea Legislativa por parte de quienes tienen el gran honor, pero ante todo la gran obligación, desde la óptica de la ética pública, de ser realmente los representantes del pueblo costarricense. Desgraciadamente pareciera que esta misión de representar a la población y procurar ofrecerle soluciones a los problemas nacionales en lugar de estarlos generando, se les ha ido olvidando a muchos muy fácilmente en Cuesta de Moras, además con el agravante de que también pareciera que el pueblo costarricense se está acostumbrando a este tipo de inacción y absurdos legislativos lo cual está, definitivamente, muy lejos de contribuir, al fortalecimiento y crecimiento democrático.
Discutiendo sobre este tema, una colega me decía que por lo menos aquí los diputados no se tiraban las sillas o se golpeaban como en otros países, pero el asunto no es encontrarle lo menos grave a estas situaciones para justificarlas, si verdaderamente queremos plasmar un sistema democrático sano y hacer efectiva esa paz de la que tanto nos vanagloriamos, comportamientos basados en risas, ofensas, golpes de mesa, confrontaciones irrespetuosas, acusaciones, ataques…, no son para nada justificables. ¡Cómo es posible que se haya permitido que un cargo de servicio público tan valioso se haya denigrado de tal manera!..., ¡cómo es posible que muchas de las personas quienes ostentan y llegan a dichas posiciones no comprendan la esencia de su envestidura!... Entonces ¿en donde quedan los intereses del pueblo?, ¿y la sana democracia?, ¿y el juramento que hacen ante Dios y la Patria?..., ¿con qué tranquilidad llegarán a la casa muchos de ellos sabiendo que su actuar dista bastante de lo que es la ética en la función pública?, ¿con qué tranquilidad pueden vivir algunos de ellos si con sus acciones, como la del pasado Primero de Mayo, están deslegitimando nuestro sistema político-democrático?..., ¿o es que aquí aplica muy bien aquello de que mientras tenga el poder se hace lo que me venga en gana?...
Este acontecimiento es un signo de que es hora de una reflexión profunda por parte de los partidos políticos, de un análisis a conciencia de quienes están, o están aspirando, a un cargo público y de atención al pueblo de que no nos podemos mantener pasivos ante incongruencias como las del pasado Primero de Mayo. Es hora de exigir que quienes lleguen a la Asamblea más allá de los títulos o de los cargos que han desempeñado, tengan el título y el cargo de la honestidad, la equidad, del sentido común, del diálogo, de la inteligencia práctica, del humanismo, la lógica, el respeto, la tolerancia y la congruencia, y sí, que muestren autoridad, pero que nunca lleguen a ser autoritarios… No olvidemos que la conducta de los funcionarios públicos dentro de un régimen democrático debe sustentarse, de forma permanente, en los valores superiores de la lealtad, imparcialidad, eficiencia, justicia, responsabilidad y vocación de servicio para evitar contrariar el interés público.
Pero se trata de hacer, no sólo de querer. Ahora bien, si son incapaces de realizar éticamente sus funciones, lo menos que se puede esperar es que, por voluntad propia, y por respeto a la Patria, por respeto al pueblo costarricense cuya protección y defensa les han sido asignadas, no aspiren a otros cargos públicos, o se retiren de ellos; pues si queremos el progreso y el bienestar nacional entonces nada mejor que aquello de que “quien no sirva, que no estorbe”. ¡Basta ya costarricenses de perpetuar y aceptar tantas incongruencias, tantos despropósitos, tantas amenazas y perogrulladas en contra de nuestro sistema democrático!
Expresaba el beato Juan Pablo Segundo que "hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de sus pueblos, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz". Qué certeras y oportunas palabras de este gran líder espiritual, en especial ante la incongruente, absurda, denigrante, cínica y humillante situación sucedida el pasado Primero de Mayo en la Asamblea Legislativa por parte de quienes tienen el gran honor, pero ante todo la gran obligación, desde la óptica de la ética pública, de ser realmente los representantes del pueblo costarricense.
Desgraciadamente pareciera que esta misión de representar a la población y procurar ofrecerle soluciones a los problemas nacionales en lugar de estarlos generando, se les ha ido olvidando a muchos muy fácilmente en Cuesta de Moras, además con el agravante de que también pareciera que el pueblo costarricense se está acostumbrando a este tipo de inacción y absurdos legislativos lo cual está, definitivamente, muy lejos de contribuir, al fortalecimiento y crecimiento democrático.
Discutiendo sobre este tema, una colega me decía que por lo menos aquí los diputados no se tiraban las sillas o se golpeaban como en otros países, pero el asunto no es encontrarle lo menos grave a estas situaciones para justificarlas, si verdaderamente queremos plasmar un sistema democrático sano y hacer efectiva esa paz de la que tanto nos vanagloriamos, comportamientos basados en risas, ofensas, golpes de mesa, confrontaciones irrespetuosas, acusaciones, ataques…, no son para nada justificables. ¡Cómo es posible que se haya permitido que un cargo de servicio público tan valioso se haya denigrado de tal manera!..., ¡cómo es posible que muchas de las personas quienes ostentan y llegan a dichas posiciones no comprendan la esencia de su envestidura!... Entonces ¿en donde quedan los intereses del pueblo?, ¿y la sana democracia?, ¿y el juramento que hacen ante Dios y la Patria?..., ¿con qué tranquilidad llegarán a la casa muchos de ellos sabiendo que su actuar dista bastante de lo que es la ética en la función pública?, ¿con qué tranquilidad pueden vivir algunos de ellos si con sus acciones, como la del pasado Primero de Mayo, están deslegitimando nuestro sistema político-democrático?..., ¿o es que aquí aplica muy bien aquello de que mientras tenga el poder se hace lo que me venga en gana?...
Este acontecimiento es un signo de que es hora de una reflexión profunda por parte de los partidos políticos, de un análisis a conciencia de quienes están, o están aspirando, a un cargo público y de atención al pueblo de que no nos podemos mantener pasivos ante incongruencias como las del pasado Primero de Mayo. Es hora de exigir que quienes lleguen a la Asamblea más allá de los títulos o de los cargos que han desempeñado, tengan el título y el cargo de la honestidad, la equidad, del sentido común, del diálogo, de la inteligencia práctica, del humanismo, la lógica, el respeto, la tolerancia y la congruencia, y sí, que muestren autoridad, pero que nunca lleguen a ser autoritarios… No olvidemos que la conducta de los funcionarios públicos dentro de un régimen democrático debe sustentarse, de forma permanente, en los valores superiores de la lealtad, imparcialidad, eficiencia, justicia, responsabilidad y vocación de servicio para evitar contrariar el interés público.
Pero se trata de hacer, no sólo de querer. Ahora bien, si son incapaces de realizar éticamente sus funciones, lo menos que se puede esperar es que, por voluntad propia, y por respeto a la Patria, por respeto al pueblo costarricense cuya protección y defensa les han sido asignadas, no aspiren a otros cargos públicos, o se retiren de ellos; pues si queremos el progreso y el bienestar nacional entonces nada mejor que aquello de que “quien no sirva, que no estorbe”. ¡Basta ya costarricenses de perpetuar y aceptar tantas incongruencias, tantos despropósitos, tantas amenazas y perogrulladas en contra de nuestro sistema democrático!