Su anécdota me sobrecogió. Hay que amar a Costa Rica. Tenemos un país bello y pleno, con volcanes únicos en el mundo, con ríos azules y celestes, con playas de arena blanca, negra y de todos los colores; con cielos plenos y anchos, como soplados por Dios… Tenemos un país con montañas siempre llenas de pájaros y sorpresas, con rincones únicos, con pueblos donde todavía se respira el alma de la gente del campo. Tenemos un país que tiene conservadas para siempre las montañas más ricas de su territorio, y contamos con tesoros únicos, como la Isla del Coco, Corcovado, Tortuguero, Palo Verde y el río más limpio de América Latina, el río Savegre.
Hay que amar las zonas maravillosas que distinguen a la patria, la Zona de los Santos, con pueblos tan bellos como San Marcos de Tarrazú y Santa María de Dota; la Zona Sur, con rincones como Pavones de Golfito y pueblos tan hermosos como San Vito de Coto Brus; ese pequeño país dentro de Costa Rica que es Guanacaste, con sus pueblos, su gente y sus playas; ese otro pequeño cielo que es Limón, con sus colores y sus culturas; las riquezas de los pueblos indígenas; los encantos de los mercados y los turnos, las delicias de los rezos del Niño, la romería, la Pasada de la Virgen de los Ángeles, los desfiles de boyeros, la Entrada de los Santos de San Ramón, los bailes en los parques y las salidas de misa los domingos en los pueblos. Hay que amar el hecho de que Costa Rica no tenga ejército, que nuestros muchachos no tengan que perder dos años aprendiendo a matar, que todavía conozcamos cómo se llaman nuestros vecinos y que tengamos un país donde se comparte con la gente hasta en las ciudades, porque todos seguimos siendo gente de pueblo.
Yo amo ver a las muchachas que piden dinero en campañas de proyectos tan nobles como “Un techo para mi país”, y que la gente no tenga que ocultarse de las autoridades por lo que dicen o lo que piensan. Yo amo ir al Mercado Central a comer un helado de sorbetera. Yo amo los salones de baile de los pueblos, y bañarme en un río puro, y comer un copo en una playa, donde uno ve desde los niños que corren felices hasta los caballos y los chanchos que se salieron del patio de algún vecino. Este es un país bello, un país libre, un país con oportunidades. Sin duda, hay que aprender a amar a Costa Rica, hay que sentirse orgulloso del país que venimos construyendo. Pensémoslo, en este mes de la patria. A pesar de todos nuestros problemas, Costa Rica es nuestra patria querida, nuestra tierra, nuestro cielo.