Martes, 11 Agosto 2015 05:45

¡Alejarnos de una “vida liviana”!

Es un hecho totalmente preocupante que, en los tiempos actuales, gran parte de los humanos esté asumiendo una férrea actitud de superficialidad, ligereza y monotonía ante la vida. Estos tipos de humanos, a quienes algunos expertos han llamado los humanos “light”, precisamente para relacionarlos con ese tipo de comida que es liviana y de bajo contenido calórico, son individuos quienes llevan una vida bastante pobre; es decir, una existencia donde la esencia de las acciones carece de todo interés, pues sólo lo superficial, transitorio, el poder inmediato y lo material, son tomados en cuenta.

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Se tiene así, entonces, un humano vacío, materialista, muy vulnerable, sin ideales ni compromisos, en quien existe un cansancio por vivir por la falta de una proyección social personal coherente y constante. Estos humanos plasman su existencia en una sociedad triste, sin ilusión, distraída por cuestiones insustanciales. Son personas consumistas por excelencia: hacen para tener; tienen para consumir más; consumen más para aparentar una mejor imagen y disponen de una mejor imagen para hacer más.
La idea es, en este tipo de actitud trivial, pasarla bien -como se diría en nuestro país pasarla “pura vida”-, y consumir todo, pero sin esfuerzos, luchas o compromisos, aunque ello sea a costa del detrimento de los propios valores humanos. Sin duda, tal posición es muy lamentable, pues hoy no se genera un franco debate sobre cuestiones que son relevantes social e individualmente, como el valor de la familia, el sentido de una sana democracia, la óptima educación, la protección de nuestros niños, el respeto real a los adultos mayores o la necesidad de desarrollar un pensamiento más crítico en la población.
¿Cuál debería ser, entonces, nuestra actitud frente a esta problemática que genera, diariamente, seres más vacíos moral, cultural, emocional e intelectualmente?...
Considero que, a toda costa, se debe hacer un esfuerzo por alejarse de esta “vida liviana”, esta existencia superficial, mediante la recuperación un auténtico sentido de respeto y honra tanto hacia nuestra sociedad como hacia nuestra vida personal, el desarrollo de las capacidades emocionales e intelectuales y un estado permanente de reencuentro con el humanismo. Ello significa volver a sustentar nuestra vida en el compromiso, la sensatez, la esperanza, el entusiasmo, la justicia y la dignidad.
Por lo tanto, si no queremos pertenecer a esa “vida sin propósito” donde sólo reina la indiferencia, lo insustancial, la mediocridad y la conformidad, debemos tomar muy en cuenta aquellas palabras que, muy sabiamente, predicaba el gran líder espiritual hindú Mahatma Gandhi: “Es con solidaridad humana, empatía, tesón y compromiso, no con lo banal, que se debe nutrir nuestra vida, y la del propio pueblo que nos vio nacer”.