Según declaró la Organización de Naciones Unidas en mil novecientos ochenta y uno: “Los Estados deben adoptar medidas para hacer que la sociedad tome mayor conciencia de las personas discapacitadas, sus derechos, sus necesidades, sus posibilidades y su contribución”.
Pese a esto, la persona con discapacidad, como sujeto pleno de derecho que estudia, trabaja, se casa, procrea y envejece, no existe, actualmente, en la vida social y política como el resto de los integrantes de la sociedad.
Ni la misma persona con discapacidad, en muchos casos, se reconoce como tal, pues no conoce sus derechos, ni reclama la posibilidad de ejercerlos.
De ahí que, difícilmente, la palabra discapacidad encuentra relación con voces tales como eficiencia, rendimiento o capacidad; sino, más bien, con lástima e indiferencia, y cuando se hace, se toman como casos excepcionales.
El problema es que, muchas veces, cuando se habla de discapacidad la sociedad olvida el respeto hacia la persona. El individuo no es sólo la discapacidad, sino que debe ser entendido como un todo, como una persona que merece respeto y posee una propia dimensión subjetiva.
Son jardineros, maestros, albañiles, artistas, profesionales. Trabajan en relación de dependencia, van al cine, salen, se
divierten, ríen, lloran y se enamoran.
Empero, para hacer más visible esta realidad, se requiere de la concientización mediante el uso de la empatía, pues a medida que las personas puedan ponerse en el lugar de sus semejantes con discapacidad empiezan a entender sus problemáticas diarias.
Por ejemplo, si hiciéramos el experimento de salir a la calle en sillas de ruedas o con los ojos vendados, o de comer en un cuarto completamente a oscuras, ¿acaso esto no nos cambiaría, definitivamente, la perspectiva hacia
esta población?
Si uno recorriera las calles en sillas de ruedas, ahí realmente se pondría en el lugar de una persona con discapacidad, se sentiría por un rato cómo se ve el mundo desde las sillas, cómo se siente tener que bajar una vereda sin que haya una rampa o quedarse atascado en un hueco.
Sin duda, con esta experiencia uno tomaría conciencia de lo inconsciente que se es. ¿Cuántas veces usted ha dejado un objeto o una bolsa de basura mal puesta en la acera sin pensar que puede ser un obstáculo para alguna persona discapacitada?
Precisamente la discapacidad esta muy ligada a la relación con el medio ambiente, máxime cuando el entorno no está preparado para relacionarse con la persona. Un ejemplo claro es que pocos supermercados rotulan sus productos en braille.
En este sentido, los medios de comunicación cumplen un papel importante en producir mensajes de concientización, advirtiendo y educando a un público masivo para generar un cambio de mirada y actitud social acerca de las habilidades que pueden desarrollar las personas con discapacidad.
En definitiva, formar conciencia será una tarea de todos, que beneficiará a la interacción y comprensión de una sociedad inclusiva, tolerante y, sobre todo, respetuosa de los problemas, los cuales dejarán de ser ajenos para asumirlos como propios.